12 mayo, 2004

Como siempre me la paso quejando de la basura que recibo por correo electrónico, ahora idearon otra variedad, aun peor: el espam telefónico. Hace unos días recibí una llamada (larga distancia de México), en la que una grabadora me felicitó por haber sido seleccionado y me pidió que oprimiera el número 9.


¿Pueden criticarme por ser tan desconfiado? La voz de la grabación ni siquiera se molestó en identificarse; tampoco me explicó quién y porqué me había seleccionado (mucho menos para qué). ¿Pensarán estos brillantes sacerdotes de la mercadotecnia moderna que basta la curiosidad para que sigamos sus órdenes y quedemos a merced de sus anuncios? Bastante molesto resulta que Telmex me llame cada mes para avisarme que está a punto de vencerse el plazo para pagar, como para que todavía acepte una llamada de este tipo. Tengo entendido que en Europa y Estados Unidos hubo un debate por estas campañas de mercadotecnia por teléfono, por considerarlas violatorias del derecho a la privacía. Finalmente, claro, ganaron los intereses económicos y se permitió legalmente fastidiar a los ciudadanos por teléfono, para bombardearlos con más anuncios. Y ahora, por lo visto, esa modalidad ya llegó a nuestro país. ¡Qué miseria que del primer mundo sólo nos llegue su basura!

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