No quiero cometer el error de ponerme a hacer propósitos de año nuevo. Si escritos en papel, acaban refundidos, arrugados, perdidos en medio de lo que, con exceso de optimismo, llamo mi archivo. Si inventariados en la computadora, el documento acabaría olvidado en medio de la balumba en que consiste la carpeta Mis documentos. Y publicado en este humilde portal sólo serviría para darle armas a mi enemigos o motivos de lástima a mis amigos. ("¿Ya viste lo que se propuso para año nuevo el güey del Yorch?", casi puedo oír que dirían, con un tono entre de conmiseración y alarma.)
El fin de año, propicio como es para hacer recuentos, no es necesariamente la mejor temporada para afinar rumbos y definir direcciones. O bien seguimos en la euforia postnavideña, impulsada por el alcohol y el consumismo, o estamos en la depre estacional, prohijada por la falta de exposición al sol y las preocupantes noticias que nos llegan por todas partes. En cualquier caso, las metas definidas en semejante estado de ánimo nos parecerán deleznables una vez llegado abril o mayo ("¿Que me propuse qué?").
Anotemos una evidencia: el calendario que rige nuestros días está muy alejado de la naturaleza. ¿Un ciclo nuevo? Sí, Chucha, cómo no: el 31 de diciembre y el 1º de enero son indistinguibles. Algunos, claro, reconocen al segundo por la cruda de los excesos del primero, pero ése dejó de ser mi caso hace mucho tiempo.
Sin embargo, aspiro a ser hombre de mi tiempo y eso supone asumir ciertas responsabilidades y tradiciones sociales. En ese espíritu, y respondiendo a un afán interno que me ha impulsado desde hace algunos años a pergeñar estas notas, me haré el propósito de no dejar morir este blog, como he hecho por varias temporadas desde que lo inicié hace cinco años. Y ya en esa vena quiero aprovechar la ocasión para desearles a mis tres lectores un feliz año nuevo.
...porque la vida no es un experimento, sino una experiencia.
27 diciembre, 2008
10 noviembre, 2008
Otra vez a la talacha
Se aleja uno temporalmente de estos ejercicios de redacción que algunos desmesurados llaman posts y cuando quiere retomar el hilo, se da cuenta de que no hay por donde. En estos meses las cosas se han puesto color de hormiga (no quiero decir que el futuro es negro, para que no se piense que estoy haciendo un chiste facilón a costillas del próximo inquilino de la Casa Blanca): una crisis financiera que, nos anuncian los medios de comunicación gozosos de encontrar tal paralelismo, es la peor desde la de 1929 que abrió la puerta a la gran depresión; un país que se está desmoronando en las manos ineptas de dirigentes espurios; una delincuencia mejor organizada que las fuerzas del estado destinadas a combatirla; un accidente de avión del que, dada la calidad de sus víctimas, se dice que tiene más visos de atentado. Y claro, la nota, no del día ni de la semana, sino de más de medio siglo (si fechamos el nacimiento del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos con el incidente de Rosa Parks, el 1° de diciembre de 1955): un negro llega a la presidencia de Estados Unidos.
Claro, como ya habíamos señalado en alguna nota anterior, Obama más bien es mestizo y su identidad negra es algo que él mismo se propuso adquirir, pues fue hasta sus años de universidad cuando estuvo en contacto con “negros de a verdad”. Como sea, que el pueblo estadounidense lo haya llevado al máximo cargo del país representa un notable adelanto en la mentalidad de una nación fundada en el esclavismo y la segregación.
Su victoria, empero, no sólo se debe a su carisma y a su mensaje de esperanza. En gran medida estuvo basada en los graves desaciertos de Dobleú, en sus mentiras para llevar al país a la guerra en Irak, en los abusos de poder amparados bajo la bandera de la “guerra al terrorismo”, en su olímpico desdén por las clases medias, olvidadas en favor de la gran burguesía, ese 5% de la población que detenta 40% de las riquezas del país. Pero aclaremos: si los yerros de Bush no lo hubieran afectado más que “de lejitos”, el estadounidense promedio hubiera podido seguir apoyándolo a nombre del patriotismo y la seguridad del país. Ah, pero cuando esa misma torpeza le golpea el bolsillo, cuando el hombre de la calle ve reducidas sus perspectivas de sobrevivencia financiera en 30% o 40%, cuando se queda sin casa, cuando su pensión de retiro se le vuelve humo entre los dedos, ahí es cuando empieza a preguntarse si no será más prudente apostarle a la esperanza del cambio que a la continuidad de la crisis.
Un momento, ¿no vivimos en Mexiquito un cambio semejante hace ocho años, cuando sacamos al PRI de los Pinos? Bueno, ese análisis habría que emprenderlo más adelante, con más calma.
Claro, como ya habíamos señalado en alguna nota anterior, Obama más bien es mestizo y su identidad negra es algo que él mismo se propuso adquirir, pues fue hasta sus años de universidad cuando estuvo en contacto con “negros de a verdad”. Como sea, que el pueblo estadounidense lo haya llevado al máximo cargo del país representa un notable adelanto en la mentalidad de una nación fundada en el esclavismo y la segregación.
Su victoria, empero, no sólo se debe a su carisma y a su mensaje de esperanza. En gran medida estuvo basada en los graves desaciertos de Dobleú, en sus mentiras para llevar al país a la guerra en Irak, en los abusos de poder amparados bajo la bandera de la “guerra al terrorismo”, en su olímpico desdén por las clases medias, olvidadas en favor de la gran burguesía, ese 5% de la población que detenta 40% de las riquezas del país. Pero aclaremos: si los yerros de Bush no lo hubieran afectado más que “de lejitos”, el estadounidense promedio hubiera podido seguir apoyándolo a nombre del patriotismo y la seguridad del país. Ah, pero cuando esa misma torpeza le golpea el bolsillo, cuando el hombre de la calle ve reducidas sus perspectivas de sobrevivencia financiera en 30% o 40%, cuando se queda sin casa, cuando su pensión de retiro se le vuelve humo entre los dedos, ahí es cuando empieza a preguntarse si no será más prudente apostarle a la esperanza del cambio que a la continuidad de la crisis.
Un momento, ¿no vivimos en Mexiquito un cambio semejante hace ocho años, cuando sacamos al PRI de los Pinos? Bueno, ese análisis habría que emprenderlo más adelante, con más calma.
06 agosto, 2008
Memorial de Solzhenitsyn
Critican los correctores de Le Monde a la AFP por haber calificado de disidente al flamante difunto Aleksandr I. Solzhenitsyn, precisando que el término que debería aplicársele es el de opositor. Y explican que, si bien de significado emparentado, entre ambas palabras hay una diferencia que conviene hacer notar: el disidente es «el crítico en el marco de un sistema o de un movimiento de ideas».
Sin embargo, Solzhenitsyn sí fue un disidente, en la medida en que, al menos antes de ser preso político, él compartía los ideales y valores comunistas; lo que le valió la cárcel y el destierro fueron sus opiniones sobre Stalin, a quien consideraba «mal ideólogo y peor estratega». Ahí sí se reveló como disidente y, por andar expresando sus opiniones en una carta personal que le envió a un amigo desde el frente de Prusia Oriental, fue considerado traidor y sentenciado a ocho años de prisión. No deja de maravillar que, en medio de la guerra (bueno, casi a fines, pues esto fue en febrero de 1945), Stalin y sus esbirros tuvieran tiempo de andar espulgando correspondencia ajena en busca de opiniones contrarias al canon oficial. En todo caso, si la muerte es la derrota máxima que puede sufrir la vida, Solzhenitsyn se ha de haber regocijado al salir de la cárcel el mismo día que murió Stalin, el 5 de marzo de 1953.
Salió de la cárcel, pero no salió libre: de los campos de trabajo «correctivo» (administrados por una dependencia cuyo acrónimo dio el título a una de sus obras más conocidas, El archipiélago Gulag) lo enviaron al exilio interior en Kazajastán. Estando ahí le diagnosticaron un cáncer que casi le cuesta la vida. Además, el año anterior a su salida de los campos de trabajo, su esposa, tan solidaria ella, le pidió el divorcio. Con tantos golpes se explica que Solzhenitsyn haya abandonado sus devaneos políticos y se volviera profundamente religioso.
Después, en 1962 vino la publicación de Un día en la vida de Iván Denísovich, inscrita en las maniobras políticas de Nikita Jrushchov para acelerar el proceso de desestalinización. Pero para su siguiente libro, El pabellón del cáncer, en 1965, Nikita ya era historia y la Unión de Escritores Soviéticas se lo censuró groseramente.
La historia de la publicación del Archipiélago Gulag es una verdadera radiografía de los métodos de control soviéticos. Escrita desde 1958 hasta 1968, hacia el final la obra fue secuestrada por el KGB. Bueno, una de las tres copias que existían fue secuestrada; antes de eso ya había sido sacada de contrabando y llevada a Suiza, donde fue publicada en 1973. Su impacto fue enorme en Occidente, si bien la izquierda la desdeñó como propaganda antisoviética.
La caída de la Unión Soviética y la apertura de sus archivos secretos confirmaría no sólo la veracidad del relato de Solzhenitsyn, sino que además demostraría que en muchos casos se quedó corto; por ejemplo, cuando afirma que de 1930 a 1939, la cuarta parte de la población de Leningrado (hoy San Petersburgo) desapareció en el gulag.
En fin, disidente u opositor, como quiera que se le llame, Alexandr Solzhenitsyn fue ante todo un crítico que, si puso en su mira al sistema soviético, no fue para congraciarse con Occidente, sino con el ánimo de ver mejor a su país. Una de las razones de que no se le pueda etiquetar fácilmente es que también criticó duramente a las llamadas democracias occidentales, a las que acusaba de haber perdido el alma en su proceso de modernización.
¿Qué era pues Solzhenitsyn? Quizá un místico que se sentía profeta, un visionario amargado por la ceguera de sus contemporáneos, un hombre desengañado del siglo, un alma atribulada por su orfandad de nacimiento, por la muerte precoz de su madre, por el hambre de su juventud y la guerra de su edad adulta, por la persecución política de toda su vida, por la nunca satisfecha aspiración de ver a su país libre de tiranos.
Sin embargo, Solzhenitsyn sí fue un disidente, en la medida en que, al menos antes de ser preso político, él compartía los ideales y valores comunistas; lo que le valió la cárcel y el destierro fueron sus opiniones sobre Stalin, a quien consideraba «mal ideólogo y peor estratega». Ahí sí se reveló como disidente y, por andar expresando sus opiniones en una carta personal que le envió a un amigo desde el frente de Prusia Oriental, fue considerado traidor y sentenciado a ocho años de prisión. No deja de maravillar que, en medio de la guerra (bueno, casi a fines, pues esto fue en febrero de 1945), Stalin y sus esbirros tuvieran tiempo de andar espulgando correspondencia ajena en busca de opiniones contrarias al canon oficial. En todo caso, si la muerte es la derrota máxima que puede sufrir la vida, Solzhenitsyn se ha de haber regocijado al salir de la cárcel el mismo día que murió Stalin, el 5 de marzo de 1953.
Salió de la cárcel, pero no salió libre: de los campos de trabajo «correctivo» (administrados por una dependencia cuyo acrónimo dio el título a una de sus obras más conocidas, El archipiélago Gulag) lo enviaron al exilio interior en Kazajastán. Estando ahí le diagnosticaron un cáncer que casi le cuesta la vida. Además, el año anterior a su salida de los campos de trabajo, su esposa, tan solidaria ella, le pidió el divorcio. Con tantos golpes se explica que Solzhenitsyn haya abandonado sus devaneos políticos y se volviera profundamente religioso.
Después, en 1962 vino la publicación de Un día en la vida de Iván Denísovich, inscrita en las maniobras políticas de Nikita Jrushchov para acelerar el proceso de desestalinización. Pero para su siguiente libro, El pabellón del cáncer, en 1965, Nikita ya era historia y la Unión de Escritores Soviéticas se lo censuró groseramente.
La historia de la publicación del Archipiélago Gulag es una verdadera radiografía de los métodos de control soviéticos. Escrita desde 1958 hasta 1968, hacia el final la obra fue secuestrada por el KGB. Bueno, una de las tres copias que existían fue secuestrada; antes de eso ya había sido sacada de contrabando y llevada a Suiza, donde fue publicada en 1973. Su impacto fue enorme en Occidente, si bien la izquierda la desdeñó como propaganda antisoviética.
La caída de la Unión Soviética y la apertura de sus archivos secretos confirmaría no sólo la veracidad del relato de Solzhenitsyn, sino que además demostraría que en muchos casos se quedó corto; por ejemplo, cuando afirma que de 1930 a 1939, la cuarta parte de la población de Leningrado (hoy San Petersburgo) desapareció en el gulag.
En fin, disidente u opositor, como quiera que se le llame, Alexandr Solzhenitsyn fue ante todo un crítico que, si puso en su mira al sistema soviético, no fue para congraciarse con Occidente, sino con el ánimo de ver mejor a su país. Una de las razones de que no se le pueda etiquetar fácilmente es que también criticó duramente a las llamadas democracias occidentales, a las que acusaba de haber perdido el alma en su proceso de modernización.
¿Qué era pues Solzhenitsyn? Quizá un místico que se sentía profeta, un visionario amargado por la ceguera de sus contemporáneos, un hombre desengañado del siglo, un alma atribulada por su orfandad de nacimiento, por la muerte precoz de su madre, por el hambre de su juventud y la guerra de su edad adulta, por la persecución política de toda su vida, por la nunca satisfecha aspiración de ver a su país libre de tiranos.
05 agosto, 2008
La crisis que nos tienen prometida
De plano, Calderoncito está perdiendo el combate contra la delincuencia, ya sea la organizada en los poderosos carteles de la droga, la que se dedica a la jugosa industria del secuestro o incluso la simple delincuencia amateur, la formada por raterillos y asaltantes free lance, muchos de los cuales, como los antiguos mercenarios, ponen sus habilidades al servicio de los mismos policías que deberían estar combatiéndolos, a cambio de protección.
Los otros frentes de FeCalHin no son más halagüeños: su campaña para convencernos de que más nos vale vender nuestro tesorito antes de que nos lo roben sigue en punto muerto. En otro país de nuestro continente, el vertiginoso precio del petróleo permite que el batracio mussoliniano de Hugo Chávez se afiance en el poder, reparta gajes y prebendas entre sus acólitos y, gracias a la subvención de la gasolina, se granjee el favor popular. En otras latitudes, con un barril a 120 dólares la pieza, los gobiernos están viendo la rentabilidad del negocio y le están entrando a la exploración, extracción y producción del crudo. Ah, pero aquí en Mexiquito somos muy machos y ningún indicador económico va a venir a decirnos qué hacer. Así, la gran batalla del chaparrito es por deshacerse de la industria petrolera precisamente cuando la situación mundial de encarecimiento del crudo recomendaría aferrarse a ella.
Y si en el frente interno las cosas están color de hormiga, en el externo no van mejor. Su gobierno ya tiró la toalla en el problema más grave que tiene México con su vecino del norte: el de la emigración (bueno, emigración para nosotros e inmigración para ellos). Sin una política definida, sin metas qué alcanzar, Los Pinos está a merced de los caprichos de la Casa Blanca, quizá en espera de la mudanza en enero próximo; pero los indicios apuntan a que hasta ahora, la política migratoria mexicana consiste en prenderle sus veladoras a San Juditas para que proteja a los compas en su búsqueda de mejores condiciones de vida.
Desde mi mirador, es decir, viendo la vida a través de la pantalla de la tele, creo percibir la razón de tanto fracaso: México es un país de estreñidos. Cien millones de paisanos sin poder satisfacer sus necesidades intestinales no pueden más que producir un país de mierda. Bueno, eso a juzgar por el bombardeo constante de anuncios de yogures milagrientos que hacen trabajar las tripas a toda máquina y como relojito suizo. Y encima de estreñidos, gordos, pues según esto, los dichosos yogures («adicionados» con fibra) además tienen la propiedad de quemar grasas y reducir tallas. Esos publicistas han de pensar que el cuerpo está hecho de cebo y que puede derretirse como vela mediante el sencillo recurso de someterlo al calor externo, en baños de vapor o similares, o interno, con píldoras «quemagrasas» y demás menjurjes.
Y por último, la propuesta, claro, para que no digan que no hago crítica constructiva: con toda esa grasa que se pierde inútilmente mediante aparatos, dietas y ejercicios, ¿no convendría hacer un cirio gigantesco, plantarlo 'ora sí que en el mero Zócalo y dedicárselo a algún santo que tuviera los elementos necesarios para sacarnos del hoyo? Digo, porque apostar a que los políticos, los partidos, las fuerzas del orden y demás componentes del aparato estatal solucionen estas crisis sería de plano mucha ingenuidad. A estas alturas ya no podemos pedir milagros.
Los otros frentes de FeCalHin no son más halagüeños: su campaña para convencernos de que más nos vale vender nuestro tesorito antes de que nos lo roben sigue en punto muerto. En otro país de nuestro continente, el vertiginoso precio del petróleo permite que el batracio mussoliniano de Hugo Chávez se afiance en el poder, reparta gajes y prebendas entre sus acólitos y, gracias a la subvención de la gasolina, se granjee el favor popular. En otras latitudes, con un barril a 120 dólares la pieza, los gobiernos están viendo la rentabilidad del negocio y le están entrando a la exploración, extracción y producción del crudo. Ah, pero aquí en Mexiquito somos muy machos y ningún indicador económico va a venir a decirnos qué hacer. Así, la gran batalla del chaparrito es por deshacerse de la industria petrolera precisamente cuando la situación mundial de encarecimiento del crudo recomendaría aferrarse a ella.
Y si en el frente interno las cosas están color de hormiga, en el externo no van mejor. Su gobierno ya tiró la toalla en el problema más grave que tiene México con su vecino del norte: el de la emigración (bueno, emigración para nosotros e inmigración para ellos). Sin una política definida, sin metas qué alcanzar, Los Pinos está a merced de los caprichos de la Casa Blanca, quizá en espera de la mudanza en enero próximo; pero los indicios apuntan a que hasta ahora, la política migratoria mexicana consiste en prenderle sus veladoras a San Juditas para que proteja a los compas en su búsqueda de mejores condiciones de vida.
Desde mi mirador, es decir, viendo la vida a través de la pantalla de la tele, creo percibir la razón de tanto fracaso: México es un país de estreñidos. Cien millones de paisanos sin poder satisfacer sus necesidades intestinales no pueden más que producir un país de mierda. Bueno, eso a juzgar por el bombardeo constante de anuncios de yogures milagrientos que hacen trabajar las tripas a toda máquina y como relojito suizo. Y encima de estreñidos, gordos, pues según esto, los dichosos yogures («adicionados» con fibra) además tienen la propiedad de quemar grasas y reducir tallas. Esos publicistas han de pensar que el cuerpo está hecho de cebo y que puede derretirse como vela mediante el sencillo recurso de someterlo al calor externo, en baños de vapor o similares, o interno, con píldoras «quemagrasas» y demás menjurjes.
Y por último, la propuesta, claro, para que no digan que no hago crítica constructiva: con toda esa grasa que se pierde inútilmente mediante aparatos, dietas y ejercicios, ¿no convendría hacer un cirio gigantesco, plantarlo 'ora sí que en el mero Zócalo y dedicárselo a algún santo que tuviera los elementos necesarios para sacarnos del hoyo? Digo, porque apostar a que los políticos, los partidos, las fuerzas del orden y demás componentes del aparato estatal solucionen estas crisis sería de plano mucha ingenuidad. A estas alturas ya no podemos pedir milagros.
03 agosto, 2008
Las minorías al poder
Gane quien gane las elecciones de noviembre en Estados Unidos, el próximo presidente será miembro de una minoría desdeñada: si Obama, por ser negro (okey, mulato, pero de todos modos él se considera negro); si McCain, por viejo pues, a los 72 años que cumplirá el 29 de agosto, sería uno de los presidentes más ancianos que haya tenido ese país.
¿Minorías desdeñadas? ¿Y el movimiento por los derechos civiles de los años sesenta y la correspondiente ley que se promulgó ese año? ¿Y desde cuándo los venerables miembros de la tercera edad (en Estados Unidos los llaman senior citizens, es decir, ciudadanos más viejos, si nos atenemos a la etimología de senior, comparativo de senex, viejo) forman una minoría desdeñada?
Reconozcámoslo: al menos en los medios de comunicación, los viejos no existen. Y si aparecen, es sólo para anunciar remedios contra la disfunción eréctil y otros achaques de la edad. El sector que rifa en nuestros tiempos es el juvenil, pues de alguna manera éste ha acaparado el poder de compra y, por tanto, constituye el blanco más apetecible de la mercadotecnia.
La edad pesa en un mundo diseñado para ser joven. John McCain, consciente de ese fenómeno, se autodefinió como “neandertal” en materia de computación, pues confesó que no es capaz siquiera de usar el correo electrónico. Sí, al parecer la tecnología está dirigida a los jóvenes (y también monopolizada por éstos: Bill Gates fundó Microsoft a los 19 años) y, haciendo a un lado el hecho de que se ha vuelto la marca de nuestra civilización, sería de dudarse que un analfabeta informático confeso como McCain pudiera ser considerado el abanderado de un país que se jacta de señalar los nuevos rumbos de la tecnología.
Barack Obama, por su parte, es cliente de la Blackberry y, a los 47 años que cumple este 4 de agosto, sería uno de los presidentes más jóvenes de Estados Unidos, en caso de que el color serio de su piel no le impida llegar a la Casa Blanca. ¿Realmente sería un impedimento? Eso es lo que se va a jugar en estas elecciones: la demostración de que la sociedad estadounidense realmente considera que su origen africano no afecta su capacidad de dirigir a un país que se está viniendo abajo debido a las desastrosas políticas del actual titular de la presidencia (de nombre George W. Bush, otro analfabeta informático de 62 años de edad, que se la quiso sacar diciendo que él sí sabía usar “las Internets”).
Los simpatizantes de McCain, claro, afirman que no es necesario que el veterano senador de Arizona atienda personalmente su página de Facebook para dirigir al país; para eso, señalan, están los asistentes. Por lo demás, observan también que, por razones de seguridad, no es conveniente que él mismo se ocupe de su correo, electrónico o en papel. Pero por lo menos podría pedírsele mayor sensibilidad hacia la gente que se la pasa en línea 16 horas al día y que evitara comentarios como el que tuvo hace dos años en Carolina del Sur, cuando dijo que era importante comunicarse con los blogueros, “por doloroso que fuera”. Claro, eso no le impide tener su propio blog, pues seguramente algún asesor se lo ha de haber sugerido (y algún asistente se lo mantiene, of course).
¿Qué tan comprensivo es Obama con los blogueros? Él no se ha pronunciado específicamente al respecto, pero también tiene su blog y su página en cuanta comunidad en línea pueda imaginarse (ésta es la de Facebook).
En fin, las cosas se resumen en negros contra viejos, en geeks contra neandertales, en una minoría contra otra. No es poco lo que está en juego, pues el resultado de esta confrontación habrá de afectar a todo el mundo. Quizá mi primo Ramiro tenga razón y nos debería de dar chance a todos de votar en esas elecciones.
¿Minorías desdeñadas? ¿Y el movimiento por los derechos civiles de los años sesenta y la correspondiente ley que se promulgó ese año? ¿Y desde cuándo los venerables miembros de la tercera edad (en Estados Unidos los llaman senior citizens, es decir, ciudadanos más viejos, si nos atenemos a la etimología de senior, comparativo de senex, viejo) forman una minoría desdeñada?
Reconozcámoslo: al menos en los medios de comunicación, los viejos no existen. Y si aparecen, es sólo para anunciar remedios contra la disfunción eréctil y otros achaques de la edad. El sector que rifa en nuestros tiempos es el juvenil, pues de alguna manera éste ha acaparado el poder de compra y, por tanto, constituye el blanco más apetecible de la mercadotecnia.
La edad pesa en un mundo diseñado para ser joven. John McCain, consciente de ese fenómeno, se autodefinió como “neandertal” en materia de computación, pues confesó que no es capaz siquiera de usar el correo electrónico. Sí, al parecer la tecnología está dirigida a los jóvenes (y también monopolizada por éstos: Bill Gates fundó Microsoft a los 19 años) y, haciendo a un lado el hecho de que se ha vuelto la marca de nuestra civilización, sería de dudarse que un analfabeta informático confeso como McCain pudiera ser considerado el abanderado de un país que se jacta de señalar los nuevos rumbos de la tecnología.
Barack Obama, por su parte, es cliente de la Blackberry y, a los 47 años que cumple este 4 de agosto, sería uno de los presidentes más jóvenes de Estados Unidos, en caso de que el color serio de su piel no le impida llegar a la Casa Blanca. ¿Realmente sería un impedimento? Eso es lo que se va a jugar en estas elecciones: la demostración de que la sociedad estadounidense realmente considera que su origen africano no afecta su capacidad de dirigir a un país que se está viniendo abajo debido a las desastrosas políticas del actual titular de la presidencia (de nombre George W. Bush, otro analfabeta informático de 62 años de edad, que se la quiso sacar diciendo que él sí sabía usar “las Internets”).
Los simpatizantes de McCain, claro, afirman que no es necesario que el veterano senador de Arizona atienda personalmente su página de Facebook para dirigir al país; para eso, señalan, están los asistentes. Por lo demás, observan también que, por razones de seguridad, no es conveniente que él mismo se ocupe de su correo, electrónico o en papel. Pero por lo menos podría pedírsele mayor sensibilidad hacia la gente que se la pasa en línea 16 horas al día y que evitara comentarios como el que tuvo hace dos años en Carolina del Sur, cuando dijo que era importante comunicarse con los blogueros, “por doloroso que fuera”. Claro, eso no le impide tener su propio blog, pues seguramente algún asesor se lo ha de haber sugerido (y algún asistente se lo mantiene, of course).
¿Qué tan comprensivo es Obama con los blogueros? Él no se ha pronunciado específicamente al respecto, pero también tiene su blog y su página en cuanta comunidad en línea pueda imaginarse (ésta es la de Facebook).
En fin, las cosas se resumen en negros contra viejos, en geeks contra neandertales, en una minoría contra otra. No es poco lo que está en juego, pues el resultado de esta confrontación habrá de afectar a todo el mundo. Quizá mi primo Ramiro tenga razón y nos debería de dar chance a todos de votar en esas elecciones.
Categoría:
Computación e Internet,
Política internacional
22 julio, 2008
Réquiem por los Balcanes
La nota del día es, por supuesto, la detención de Radovan Karadžić, el líder de los serbios en Bosnia durante las guerras provocadas por la implosión de Yugoslavia, y que fuera conocido como el “carnicero de Sarajevo”.
Psiquiatra de profesión, escritor aficionado (y pésimo poeta, por cierto*), Karadžić encarnó en Bosnia-Herzegovina el sueño de la “Gran Serbia”, como representante en las postrimerías del siglo XX del irredentismo, ese resabio del siglo XIX que Woodrow Wilson creyó haber eliminado al término de la Gran Guerra.
Karadžić camuflado
Sin embargo, como lo pudieron testimoniar las númerosas víctimas de la tercera guerra de los Balkanes (más de ochenta años después de las dos primeras), el nacionalismo siguió latente detrás de la fachada del socialismo y de su sociedad “sin clases” (y, por supuesto, sin diferencias o privilegios nacionales). Como mosaico representativo de la encrucijada de civilizaciones, triple bisagra que unía a católicos, ortodoxos y musulmanes, Yugoslavia tuvo una existencia multicultural gracias únicamente al dominio ejercido por el partido gobernante, la Liga de Comunistas de Yugoslavia. Desaparecida ésta, desapareció también la cohesión que con tanto rigor vigilara el héroe epónimo de Yugoslavia, Josip Broz Tito. Y cada pueblo reclamó a sangre y fuego lo que consideraba suyo, convirtiéndose aquello en una verdadera masacre de todos contra todos.
Los crímenes de Karadžić no hubieran sido posibles más que en ese ambiente de nacionalismo exaltado, de desconfianza hacia los otros, de odio diríamos contra cualquiera que no fuera parte de “los nuestros”. Antes de ese derrumbe, Sarajevo era conocido y elogiado por su clima multicultural, por la convivencia pacífica de sus tres comunidades principales. En un mismo edificio podían convivir sin problemas familias serbias, croatas y bosnias e incluso abundaban los matrimonios mixtos.
Todo esto desapareció de golpe, al grito de guerra proclamado por Slobodan Milošević, entonces presidente de Serbia, recogido por Karadžić en su parte política y llevado al terreno militar por el general Ratko Mladić.
Sabemos que la historia es una gran bromista: de los tres principales responsables de la indecible tragedia balcánica, Milošević murió en una celda del tribunal penal establecido para juzgar a los criminales de la guerra en Yugoslavia; Karadžić logró evadir la mano de la justicia durante más de doce años; Mladić, por su parte, sigue prófugo.
Ahora que el arresto de Karadžić puso de nuevo en la noticia la situación en la ex Yugoslavia, la pregunta es si ya desaparecieron no sólo los responsables, sino las verdaderas causas de ese etnocidio fratricida. Creo que no basta con que se tomen medidas para impedir un estallido similar, ahí o en cualquier otra parte del planeta. El odio ancestral, la desconfianza histórica, la intolerancia a todo lo que huela a diferencia seguirán incubándose mientras el hombre no aprenda a vivir en paz consigo mismo.
* Para muestra, este botón:
He nacido para vivir sin tumba
este cuerpo humano no morirá jamás
no está sólo para oler las flores
sino también para incendiar, matar y reducir a polvo.
Psiquiatra de profesión, escritor aficionado (y pésimo poeta, por cierto*), Karadžić encarnó en Bosnia-Herzegovina el sueño de la “Gran Serbia”, como representante en las postrimerías del siglo XX del irredentismo, ese resabio del siglo XIX que Woodrow Wilson creyó haber eliminado al término de la Gran Guerra.
Karadžić camuflado
Sin embargo, como lo pudieron testimoniar las númerosas víctimas de la tercera guerra de los Balkanes (más de ochenta años después de las dos primeras), el nacionalismo siguió latente detrás de la fachada del socialismo y de su sociedad “sin clases” (y, por supuesto, sin diferencias o privilegios nacionales). Como mosaico representativo de la encrucijada de civilizaciones, triple bisagra que unía a católicos, ortodoxos y musulmanes, Yugoslavia tuvo una existencia multicultural gracias únicamente al dominio ejercido por el partido gobernante, la Liga de Comunistas de Yugoslavia. Desaparecida ésta, desapareció también la cohesión que con tanto rigor vigilara el héroe epónimo de Yugoslavia, Josip Broz Tito. Y cada pueblo reclamó a sangre y fuego lo que consideraba suyo, convirtiéndose aquello en una verdadera masacre de todos contra todos.
Los crímenes de Karadžić no hubieran sido posibles más que en ese ambiente de nacionalismo exaltado, de desconfianza hacia los otros, de odio diríamos contra cualquiera que no fuera parte de “los nuestros”. Antes de ese derrumbe, Sarajevo era conocido y elogiado por su clima multicultural, por la convivencia pacífica de sus tres comunidades principales. En un mismo edificio podían convivir sin problemas familias serbias, croatas y bosnias e incluso abundaban los matrimonios mixtos.
Todo esto desapareció de golpe, al grito de guerra proclamado por Slobodan Milošević, entonces presidente de Serbia, recogido por Karadžić en su parte política y llevado al terreno militar por el general Ratko Mladić.
Sabemos que la historia es una gran bromista: de los tres principales responsables de la indecible tragedia balcánica, Milošević murió en una celda del tribunal penal establecido para juzgar a los criminales de la guerra en Yugoslavia; Karadžić logró evadir la mano de la justicia durante más de doce años; Mladić, por su parte, sigue prófugo.
Ahora que el arresto de Karadžić puso de nuevo en la noticia la situación en la ex Yugoslavia, la pregunta es si ya desaparecieron no sólo los responsables, sino las verdaderas causas de ese etnocidio fratricida. Creo que no basta con que se tomen medidas para impedir un estallido similar, ahí o en cualquier otra parte del planeta. El odio ancestral, la desconfianza histórica, la intolerancia a todo lo que huela a diferencia seguirán incubándose mientras el hombre no aprenda a vivir en paz consigo mismo.
* Para muestra, este botón:
He nacido para vivir sin tumba
este cuerpo humano no morirá jamás
no está sólo para oler las flores
sino también para incendiar, matar y reducir a polvo.
18 julio, 2008
El género del sexo
En español, el género de las palabras no siempre concuerda con el sexo de las cosas que designan. Por ejemplo, miembro es una palabra del género masculino, pero puede designar a una mujer. Una estrella de cine puede ser hombre, sin importar que la palabra sea femenina. Y, claro, persona pertenece al género femenino aunque designe a un hombre, una mujer o cualquier categoría intermedia (que las hay, ¡oh, sí! Claro que las hay).
Sin embargo, la buenaondez que nos invade desde el norte quiere que seamos correctos al hablar y evitemos insultar a la gente llamándola como pide la gramática. Así han surgido las engorrosas perífrasis del tipo [(substantivo masculino) + (substantivo femenino)], tan de moda durante el foxismo, en el que proliferaron los chiquillos y chiquillas.
Pero hay también hay cierto dejo de pudor. Por ejemplo, cuando un hombre se describe, puede decir: “Yo soy una persona amable, fiel y muy simpático”, sin darse cuenta de que la concordancia exige que simpático se corresponda con el género (no con el sexo) de la palabra que califica, es decir, persona. En rigor, pues, debería decir que es simpática. Claro, para nuestro macho bigotudo resulta impensable aplicarse un adjetivo en femenino. ¡No vaya a perder los huevos por andar presentándose como si fuera parte del viejerío!
Esta diferencia entre género gramatical y sexo biológico parece pasar desapercibida para los militantes de la igualdad de los sexos, que insisten en hablar de “cuestiones de género” cuando quieren referirse a las relaciones entre los dos sexos o, más en concreto, a la situación de sumisión en que se encuentra la mujer con respecto del hombre.
Claro, es parte de la buenaondez dominante desdeñar estos problemas de diccionario. A fin de cuentas, lo que importa es el fondo, no la forma, y eso de andar fijándose en las palabras que se usan parece muestra de mezquindad, de estrechez de miras y de purismo trasnochado.
Pero en lo personal, yo pienso que el problema es a la inversa. Si el lenguaje es producto de la sociedad que lo usa, insistir en cambiarlo sin modificar las realidades designadas resulta, efectivamente, un simple ejercicio de retórica. ¿De qué vale elevar en el discurso a los “ciudadanos y ciudadanas” si en la realidad éstas se encuentran tan marginadas como siempre?
Sin embargo, la buenaondez que nos invade desde el norte quiere que seamos correctos al hablar y evitemos insultar a la gente llamándola como pide la gramática. Así han surgido las engorrosas perífrasis del tipo [(substantivo masculino) + (substantivo femenino)], tan de moda durante el foxismo, en el que proliferaron los chiquillos y chiquillas.
Pero hay también hay cierto dejo de pudor. Por ejemplo, cuando un hombre se describe, puede decir: “Yo soy una persona amable, fiel y muy simpático”, sin darse cuenta de que la concordancia exige que simpático se corresponda con el género (no con el sexo) de la palabra que califica, es decir, persona. En rigor, pues, debería decir que es simpática. Claro, para nuestro macho bigotudo resulta impensable aplicarse un adjetivo en femenino. ¡No vaya a perder los huevos por andar presentándose como si fuera parte del viejerío!
Esta diferencia entre género gramatical y sexo biológico parece pasar desapercibida para los militantes de la igualdad de los sexos, que insisten en hablar de “cuestiones de género” cuando quieren referirse a las relaciones entre los dos sexos o, más en concreto, a la situación de sumisión en que se encuentra la mujer con respecto del hombre.
Claro, es parte de la buenaondez dominante desdeñar estos problemas de diccionario. A fin de cuentas, lo que importa es el fondo, no la forma, y eso de andar fijándose en las palabras que se usan parece muestra de mezquindad, de estrechez de miras y de purismo trasnochado.
Pero en lo personal, yo pienso que el problema es a la inversa. Si el lenguaje es producto de la sociedad que lo usa, insistir en cambiarlo sin modificar las realidades designadas resulta, efectivamente, un simple ejercicio de retórica. ¿De qué vale elevar en el discurso a los “ciudadanos y ciudadanas” si en la realidad éstas se encuentran tan marginadas como siempre?
12 julio, 2008
En busca de consuelo
La repetición de los temas no indica falta de originalidad sino persistencia de las obsesiones: el tiempo, el espacio y todo lo que transcurre entre uno y otro. Atrapados en las cuadernas de esa cruz vamos de un punto a otro preguntándonos qué vendrá después. Admitámoslo: es una experiencia humillante para el «rey de la creación». Ante esa ignorancia, nos sometemos a cualquiera que nos ofrezca aunque sea un mínimo rescoldo de consuelo: maestros, guías espirituales, gurúes o, ya en la desesperación, cualquier charlatán que prometa resolver nuestra angustia.
27 junio, 2008
Sorpresas en Wimbledon
Van apenas cinco de los trece días del torneo de Wimbledon (o “güimbeldon”, como dicen los locutores de ESPN) y ya rodaron tres cabezas grandes: Djokovic, el número tres, cayó ante el ruso Marat Safin, colocado en el número 75; María Sharapova, número dos, sucumbió ante su compatriota Alla Kudryavtseva, la número 153, y hoy, Ana Ivanovic, recién llegada de París donde ganó el Roland Garros con lo que se convirtió en la número uno, perdió en la tercera ronda contra la china Jie Zheng, clasificada en el número 133. ¿Conclusiones? El ranking engaña y, si vamos a apostar, no hay forma de ir a la segura en un deporte que depende tanto del estado de ánimo del jugador.
Por mi parte, esta semana, aunque teóricamente debía de ser de intenso raqueteo, me la he pasado practicando el deporte de sofá, sin pisar la cancha. Mis compañeros o han estado muy ocupados o están convalecientes, por lo que no he podido jugar. A ver si me repongo la próxima semana, pues salen más caras las papitas y las cervezas que las pelotas: esta afición me está llevando a la ruina.
Por mi parte, esta semana, aunque teóricamente debía de ser de intenso raqueteo, me la he pasado practicando el deporte de sofá, sin pisar la cancha. Mis compañeros o han estado muy ocupados o están convalecientes, por lo que no he podido jugar. A ver si me repongo la próxima semana, pues salen más caras las papitas y las cervezas que las pelotas: esta afición me está llevando a la ruina.
26 junio, 2008
Teoría literaria I
El autor nunca acaba de escribir. Si hay libros publicados, es porque el autor se cansa de revisar, se da por vencido en el interminable proceso no sólo de eliminar erratas sino también de perfeccionar su obra. Todo libro publicado es una confesión de esa derrota: más que pretender hacer la novela perfecta, la aspiración es hacer otro intento, buscar otros personajes, otras situaciones, otras tramas que expresen mejor lo que quiso decir.
Claro, el primer problema del autor es tener claro lo que quiere decir. El segundo es encontrar la forma de decirlo. Y el tercero, como queda dicho, darse cuenta de si ya lo dijo o no, de si ha logrado su objetivo, de si tiene que escribir 500 cuartillas más para expresar la idea.
Por razones que no vienen al caso aquí, hace alrededor de trece años empecé a escribir unas notas que, con el tiempo, me dieron la idea de que podrían formar una novela. Esas notas y la idea sobrevivieron a varios cataclismos en mi vida: una estancia en el extranjero, varias mudanzas (cuatro, para ser exactos, en cuatro años), rupturas sentimentales, crisis laborales, desempleo y una depresión intermitente con diversos grados de profundidad.
Sin embargo, fue sólo cuando pude concretar en unas cuantas palabras el tema de la novela cuando pude dedicarme en serio a escribirla. Y terminarla. Es decir, darla por concluida después de varios meses de revisiones. El resultado me satisfizo y, por los comentarios de aquellas personas que han tenido la benevolencia de leerla en forma de borrador, al parecer es satisfactorio también para otros. Lo que de esto siga por el momento está en el limbo.
El autor muestra con orgullo la obra abandonada.
Claro, el primer problema del autor es tener claro lo que quiere decir. El segundo es encontrar la forma de decirlo. Y el tercero, como queda dicho, darse cuenta de si ya lo dijo o no, de si ha logrado su objetivo, de si tiene que escribir 500 cuartillas más para expresar la idea.
Por razones que no vienen al caso aquí, hace alrededor de trece años empecé a escribir unas notas que, con el tiempo, me dieron la idea de que podrían formar una novela. Esas notas y la idea sobrevivieron a varios cataclismos en mi vida: una estancia en el extranjero, varias mudanzas (cuatro, para ser exactos, en cuatro años), rupturas sentimentales, crisis laborales, desempleo y una depresión intermitente con diversos grados de profundidad.
Sin embargo, fue sólo cuando pude concretar en unas cuantas palabras el tema de la novela cuando pude dedicarme en serio a escribirla. Y terminarla. Es decir, darla por concluida después de varios meses de revisiones. El resultado me satisfizo y, por los comentarios de aquellas personas que han tenido la benevolencia de leerla en forma de borrador, al parecer es satisfactorio también para otros. Lo que de esto siga por el momento está en el limbo.
El autor muestra con orgullo la obra abandonada.
20 junio, 2008
Éxito a cualquier precio
Todos sabemos que la computación es un oficio muy complicado, en el que intervienen numerosas variables, cualquiera de las cuales puede fallar y hacer que el proceso deseado no se lleve a cabo. Por eso entendemos que los computólogos y sus acólitos quieran asegurarse de que cada paso se lleve a cabo conforme a lo programado. Y una de las formas de asegurarse de eso, claro, es con la redundancia en el lenguaje. Así, no les basta decir que se realizó tal o cual proceso, sino que tienen que decir que se realizó “con éxito” para convencerse de que, pese a todas sus chapuzas, lograron lo que se proponían.
Claro, esto que para la retorcida mente del computólogo es indispensable para quedarse tranquilo, para el común de los mortales resulta absurdo. Por ejemplo, copio un archivo de una carpeta a otra y, al término del proceso, veo el siguiente mensaje: “El archivo se copió exitosamente”. ¡Vaya! En realidad, con que me dijera que se copió el archivo, yo entendería que las cosas salieron bien. No me quedaría la duda de que efectivamente se hubiera copiado pero que la operación no tuvo éxito*. Y en caso de duda, podría revisar la carpeta de destino, para comprobar que ahí estuviera el archivo. Si el éxito se entiende como un resultado feliz, como la obtención de lo que se desea, pues ahí está: yo quería copiar el archivo y éste se copió. Se me hace enojosamente excesivo que hasta me feliciten por haber tenido éxito en mi empeño.
Una posibilidad: copio el archivo, pero éste no se copió exitosamente. ¿Qué quiere decir eso? Si fuera un documento de texto, por ejemplo, quizá perdió algunos párrafos en el camino; o se le cayeron los acentos por ahí o chance hasta perdió el sentido y, al leerlo, me doy cuenta de que es un galimatías, muy alejado de su intención original. Eso podría explicar las incoherencias que de repente vemos por ahí. Leemos un libro como Cristóbal nonato y pensamos: “Ajá, Carlitos copió el archivo de su novela, pero no lo copió exitosamente, por eso no se le entiende nada.”
* Esto me recuerda, a contrario sensu, el chiste aquél del médico que anuncia a los familiares que la operación fue todo un éxito, pero que el paciente falleció.
Claro, esto que para la retorcida mente del computólogo es indispensable para quedarse tranquilo, para el común de los mortales resulta absurdo. Por ejemplo, copio un archivo de una carpeta a otra y, al término del proceso, veo el siguiente mensaje: “El archivo se copió exitosamente”. ¡Vaya! En realidad, con que me dijera que se copió el archivo, yo entendería que las cosas salieron bien. No me quedaría la duda de que efectivamente se hubiera copiado pero que la operación no tuvo éxito*. Y en caso de duda, podría revisar la carpeta de destino, para comprobar que ahí estuviera el archivo. Si el éxito se entiende como un resultado feliz, como la obtención de lo que se desea, pues ahí está: yo quería copiar el archivo y éste se copió. Se me hace enojosamente excesivo que hasta me feliciten por haber tenido éxito en mi empeño.
Una posibilidad: copio el archivo, pero éste no se copió exitosamente. ¿Qué quiere decir eso? Si fuera un documento de texto, por ejemplo, quizá perdió algunos párrafos en el camino; o se le cayeron los acentos por ahí o chance hasta perdió el sentido y, al leerlo, me doy cuenta de que es un galimatías, muy alejado de su intención original. Eso podría explicar las incoherencias que de repente vemos por ahí. Leemos un libro como Cristóbal nonato y pensamos: “Ajá, Carlitos copió el archivo de su novela, pero no lo copió exitosamente, por eso no se le entiende nada.”
* Esto me recuerda, a contrario sensu, el chiste aquél del médico que anuncia a los familiares que la operación fue todo un éxito, pero que el paciente falleció.
El poder del vampiro
La guerra contra las drogas es una guerra perdida. Y lo seguirá siendo mientras no se aborde el problema de los estupefacientes en su doble dimensión: como fenómeno de un mercado ilegal y como síntoma de descomposición de las sociedades.
Hasta ahora, los esfuerzos de todos los países se han dirigido a combatir el tráfico de drogas. Pero, como cualquier otro fenómeno comercial, el narcotráfico, por muy ilegal que se pretenda, por muy proscrito que se le quiera y por muy anatemizado que se le considere, cumple puntualmente con las leyes del mercado y éste, en tanto que rector de nuestro mundo globalizado, no permite su erradicación.
El tráfico de drogas es uno de los negocios más lucrativos del planeta, quizá el mejor después de la industria de las armas y de las medicinas. ¿Por qué se quiere combatir a una industria que produce miles de millones de dólares al año, que da empleo a cientos de miles de personas y que, finalmente, distribuye un producto que es reclamado por millones de consumidores?
Vistos los magros resultados de campañas publicitarias "Di no a las drogas", como se calcó en México el "Just Say No" de Nancy Reagan, de institutos y agencias para combatir a los narcotraficantes el Instituto Nacional para el Combate a las Drogas y la Dirección Estadunidense Antinarcóticos, visto el fracaso de civiles y militares, la respuesta a la anterior pregunta es que en realidad nadie quiere combatir al narcotráfico.
El narcotráfico es como los vampiros: su gran poder es que nadie cree en ellos hasta que cae víctima de su seducción. Cualquier alusión a la corrupción que produce es desechada por mendaz y descartada como atentado a las instituciones, como agravio a la Patria, como ataque doloso de los eternos enemigos.
Con las enormes ganancias que produce la venta de drogas, no es difícil imaginar cuál es su poder de seducción. El narcotráfico compra conciencias, acalla escrúpulos, establece lealtades, impone silencios y acaba dictando su voluntad desde las sombras. Nadie que se le acerque regresará impoluto.
Pero está la otra cara de las drogas: su carácter de síntoma de descomposición de una sociedad, de refugio de desesperados, de cloaca, estaríamos tentados de decir, en donde se vierten y conjugan las desilusiones y frustraciones de sectores cada vez más amplios, cada vez más diversificados.
Si el mercado globalizado impone sus reglas y no permite la erradicación del tráfico de drogas, la ideología que conlleva también permite cuando no exalta su consumo. La ganancia rápida y fácil que se persigue en el mercado se traduce en el placer instantáneo y efímero que se disfruta con las drogas.
El narcotráfico y toda su cultura están entretejidos íntimamente en la sociedad de consumo, en la ideología del mercado, en la mentalidad del "que no transa no avanza", en la falta de perspectivas en este nuevo milenio, en la noción de que ya terminó la historia y no hay nada que hacer. Esa es la red que nos tiende el vampiro y que amenaza con infectarnos a todos.
Hasta ahora, los esfuerzos de todos los países se han dirigido a combatir el tráfico de drogas. Pero, como cualquier otro fenómeno comercial, el narcotráfico, por muy ilegal que se pretenda, por muy proscrito que se le quiera y por muy anatemizado que se le considere, cumple puntualmente con las leyes del mercado y éste, en tanto que rector de nuestro mundo globalizado, no permite su erradicación.
El tráfico de drogas es uno de los negocios más lucrativos del planeta, quizá el mejor después de la industria de las armas y de las medicinas. ¿Por qué se quiere combatir a una industria que produce miles de millones de dólares al año, que da empleo a cientos de miles de personas y que, finalmente, distribuye un producto que es reclamado por millones de consumidores?
Vistos los magros resultados de campañas publicitarias "Di no a las drogas", como se calcó en México el "Just Say No" de Nancy Reagan, de institutos y agencias para combatir a los narcotraficantes el Instituto Nacional para el Combate a las Drogas y la Dirección Estadunidense Antinarcóticos, visto el fracaso de civiles y militares, la respuesta a la anterior pregunta es que en realidad nadie quiere combatir al narcotráfico.
El narcotráfico es como los vampiros: su gran poder es que nadie cree en ellos hasta que cae víctima de su seducción. Cualquier alusión a la corrupción que produce es desechada por mendaz y descartada como atentado a las instituciones, como agravio a la Patria, como ataque doloso de los eternos enemigos.
Con las enormes ganancias que produce la venta de drogas, no es difícil imaginar cuál es su poder de seducción. El narcotráfico compra conciencias, acalla escrúpulos, establece lealtades, impone silencios y acaba dictando su voluntad desde las sombras. Nadie que se le acerque regresará impoluto.
Pero está la otra cara de las drogas: su carácter de síntoma de descomposición de una sociedad, de refugio de desesperados, de cloaca, estaríamos tentados de decir, en donde se vierten y conjugan las desilusiones y frustraciones de sectores cada vez más amplios, cada vez más diversificados.
Si el mercado globalizado impone sus reglas y no permite la erradicación del tráfico de drogas, la ideología que conlleva también permite cuando no exalta su consumo. La ganancia rápida y fácil que se persigue en el mercado se traduce en el placer instantáneo y efímero que se disfruta con las drogas.
El narcotráfico y toda su cultura están entretejidos íntimamente en la sociedad de consumo, en la ideología del mercado, en la mentalidad del "que no transa no avanza", en la falta de perspectivas en este nuevo milenio, en la noción de que ya terminó la historia y no hay nada que hacer. Esa es la red que nos tiende el vampiro y que amenaza con infectarnos a todos.
17 junio, 2008
Reglas de caballeros
Todo juego nos devuelve a la infancia, a esa época de nuestra vida en la que predomina el espíritu lúdico (¿natural?) del hombre. Al jugar cambiamos de identidad: una escoba nos convierte en vaqueros, la mano empuñada con el índice extendido, en policías, un juego de video en prácticamente cualquier cosa que nos presente la pantalla.
El juego es algo que debe tomarse en serio. Aunque nosotros mismos pongamos las reglas (“La coladera es la portería”), una vez establecidas éstas, son tan inviolables como las consagradas en la constitución. Todo intento de violar las reglas es visto con desagrado por los demás, pues atenta contra la naturaleza misma del juego. Saber jugar es saber seguir las reglas.
Sobra decir que los juegos más populares son los que tienen las reglas más sencillas y los que requieren menos avíos. Una superficie medianamente plana, cualquier objeto redondo y un número de jugadores repartidos más o menos equitativamente en dos equipos nos permite echar una cascarita de fucho. La misma superficie, dividida en dos por una red, complementada por un par de raquetas y una pelota, se presta para jugar tenis. ¿Alguien dijo tenis?
Jugar tenis exige de un alto grado de caballerosidad. Si uno está raqueteando con los cuates, no sólo debe desempeñarse como jugador, sino también como juez, a veces en contra de sus propios intereses. Sí, no falta quien alegue falsamente que su devolución picó en la línea o que el servicio del otro cayó fuera; pero esa actitud acaba apartándolo de los demás, que prefieren jugar con quienes no tengan problemas para aceptar los errores propios y los aciertos ajenos o, al menos, que tengan la generosidad necesaria para repetir un punto dudoso.
Claro, en los torneos siempre está el juez, cuyo veredicto es inapelable, por más que el jugador sienta que se están pisoteando sus intereses económicos (perder un punto puede significar perder varios cientos de miles de dólares) y su reputación de buen tenista. En algunos torneos se cuenta con avanzados equipos tecnológicos que permiten reproducir la trayectoria de la pelota y precisar sin lugar a dudas si la bola cayó dentro o fuera.
Pero que la bola caiga afuera no es el único caso. Como vemos en el ejemplo siguiente, un punto puede anularse en caso de que haya otra pelota en la cancha (regla 23): el juez de silla canta “let” y el punto se repite.
Claro, que Maria Shaparova exclame “Are you fucking kidding me?”, cuando el juez decide anular el punto que acababa de perder su rival, es algo que no está contemplado en el reglamento, sino más bien en las reglas de etiqueta. En fin, con todo y la amonestada, la Sharapova le ganó a la francesa Camille Pin en el abierto de Australia de 2007. Y, caballerosidad o no, hay que reconocer que soltar de vez en cuando una interjección de ese tamaño es de gran beneficio para el espíritu.
El juego es algo que debe tomarse en serio. Aunque nosotros mismos pongamos las reglas (“La coladera es la portería”), una vez establecidas éstas, son tan inviolables como las consagradas en la constitución. Todo intento de violar las reglas es visto con desagrado por los demás, pues atenta contra la naturaleza misma del juego. Saber jugar es saber seguir las reglas.
Sobra decir que los juegos más populares son los que tienen las reglas más sencillas y los que requieren menos avíos. Una superficie medianamente plana, cualquier objeto redondo y un número de jugadores repartidos más o menos equitativamente en dos equipos nos permite echar una cascarita de fucho. La misma superficie, dividida en dos por una red, complementada por un par de raquetas y una pelota, se presta para jugar tenis. ¿Alguien dijo tenis?
Jugar tenis exige de un alto grado de caballerosidad. Si uno está raqueteando con los cuates, no sólo debe desempeñarse como jugador, sino también como juez, a veces en contra de sus propios intereses. Sí, no falta quien alegue falsamente que su devolución picó en la línea o que el servicio del otro cayó fuera; pero esa actitud acaba apartándolo de los demás, que prefieren jugar con quienes no tengan problemas para aceptar los errores propios y los aciertos ajenos o, al menos, que tengan la generosidad necesaria para repetir un punto dudoso.
Claro, en los torneos siempre está el juez, cuyo veredicto es inapelable, por más que el jugador sienta que se están pisoteando sus intereses económicos (perder un punto puede significar perder varios cientos de miles de dólares) y su reputación de buen tenista. En algunos torneos se cuenta con avanzados equipos tecnológicos que permiten reproducir la trayectoria de la pelota y precisar sin lugar a dudas si la bola cayó dentro o fuera.
Pero que la bola caiga afuera no es el único caso. Como vemos en el ejemplo siguiente, un punto puede anularse en caso de que haya otra pelota en la cancha (regla 23): el juez de silla canta “let” y el punto se repite.
Claro, que Maria Shaparova exclame “Are you fucking kidding me?”, cuando el juez decide anular el punto que acababa de perder su rival, es algo que no está contemplado en el reglamento, sino más bien en las reglas de etiqueta. En fin, con todo y la amonestada, la Sharapova le ganó a la francesa Camille Pin en el abierto de Australia de 2007. Y, caballerosidad o no, hay que reconocer que soltar de vez en cuando una interjección de ese tamaño es de gran beneficio para el espíritu.
09 junio, 2008
Misterios médicos
Llevo todo lo que va del año traduciendo textos de divulgación médica, y ni así entiendo a House cuando se pone a discutir tecnicismos con sus achichincles. ¿Por qué una serie sobre un doctor tan patán ‑al que estoy seguro que muy pocos entienden‑ tiene tanto éxito? Misterios de la vida.
Otro de los grandes misterios que me acosan estos días es precisamente el de la medicina, seguramente por influencia de mi trabajo. Estoy obligado por contrato a no revelar detalles de lo que traduzco, pero no puedo dejar de hacer en público esta pregunta, pues después de leer tanta cosa, la duda no me deja dormir. ¿Qué es lo que nos cura exactamente? Leer las indicaciones que vienen con los medicamentos, los instructivos y demás folletería no ayuda en nada. Lo único que dicen es que la pomada, la píldora, el jarabe, el ungüento y demás menjurjes ayudan en el tratamiento. ¿Ayudan? ¿A quién ayudan?
El peluquero nos corta el pelo y su chícharo lo ayuda. El padrecito da la misa y el monaguillo lo ayuda. El cirujano nos opera y la enfermera lo ayuda. El notario elabora unas escrituras y su pasantito lo ayuda. Eso está claro. Pero uno tiene pie de atleta y se quiere curar. Va a la farmacia, pide algún específico y, lo primero que dice la cajita es que se trata de un auxiliar en el tratamiento de la micosis. ¡Maldita sea! Yo no quiero un simple auxiliar, ¡quiero the real thing! Es como si quisieran que una beata se conformara con una misa dicha por el acólito.
05 junio, 2008
Relaciones interpersonales en los tiempos tecnológicos
Todo mundo sabe y dice que hay que cultivar las relaciones humanas; que no hay que dejarlas morir de olvido, hay que nutrirlas y cuidarlas como cualquier planta. Eso está muy bien. Pero en este mundo matraca en que nos tocó vivir, ese cultivo se complica al grado de volverse (casi) imposible. Ya que las distancias y la falta de tiempo son de los principales obstáculos para fomentar las relaciones personales, uno pensaría que el teléfono vendría a remediar eso y que, por lo menos podríamos reforzar los lazos con ese recurso. Los siguientes ejemplos ilustran hasta qué punto estábamos engañados.
Un ejemplo extraído de la vida real: estoy hablando por teléfono con un amigo, platicando ligeramente sólo por conversar, por nutrir esa amistad. De pronto, él me dice que me espere, pues le está entrando otra llamada. Se oyen los ruidos característicos de los botones del teléfono al ser oprimidos y luego, el tono de marcar. Hasta ahí llegó la llamada. El zonzo no supo qué botón apachurrar para ponerme en espera y me cortó. Le vuelvo a llamar y él se deshace en disculpas, claro, echándole la culpa al aparato que, por lo visto, es de una complicación que supera sus capacidades técnicas, pese a que él es ingeniero y se dedica a la computación. Nada vale con estos inventos del demonio.
Segundo ejemplo, también sacado de la vida real. Voy en el coche con mi hijo, hablando de planes, sueños y demás temas profundos. Me siento inspirado y estoy a punto de soltar una de esas frases que son capaces de cambiar el curso de la historia cuando, en eso, suena su teléfono celular. Él se limita a levantar el índice para ordenarme silencio, a llevarse el aparato a la oreja, a agachar la cabeza, como si eso le diera la privacidad necesaria para hablar con el inoportuno telefonista, y se clava en una cháchara de varios minutos, de cuya naturaleza mi natural discreción me impide enterarme. Nuestra conversación de corazón a corazón, naturalmente, valió gorro.
Último ejemplo para no cansar al agobiado lector. Marco el número de mi hermana y, tras sonar varias veces, me contesta la grabadora. Una voz en inglés me pide que deje un mensaje. No me sorprende: recuerdo haber oído a mi hermana contar que compró su aparato en la fayuca y que, por más intentos que ha hecho, no ha podido cambiar el saludo que viene de fábrica. Me felicito mentalmente por haber comprado Inglés para todos, pues así puedo entender que, después del tono, debo dejar mi recado. Es en vano. Días después, cuando me encuentro a mi hermana en casa de mi madre y le comento que le he estado dejando recados en su contestadora sin recibir ninguna respuesta, ella me confiesa que aún no ha averiguado cómo escuchar los mensajes; se hace bolas, dice, con los 27 botones de la máquina y lo único que ha logrado hasta la fecha es borrarlos con la tecla que ella supone que sirve para reproducirlos.
No soy luddita ni reniego de los avances tecnológicos. Todo lo contrario: si alguien me asegura que me estuvo llamando y el identificador de llamadas no reporta ninguna, dudo más de las palabras de mi interlocutor que de la capacidad de mi aparato. La tenebrosa zozobra que me invade, pues, es que lejos de ser inepta con las nuevas tecnologías, la gente las pone de pretexto para eludir sus compromisos sociales.
Un ejemplo extraído de la vida real: estoy hablando por teléfono con un amigo, platicando ligeramente sólo por conversar, por nutrir esa amistad. De pronto, él me dice que me espere, pues le está entrando otra llamada. Se oyen los ruidos característicos de los botones del teléfono al ser oprimidos y luego, el tono de marcar. Hasta ahí llegó la llamada. El zonzo no supo qué botón apachurrar para ponerme en espera y me cortó. Le vuelvo a llamar y él se deshace en disculpas, claro, echándole la culpa al aparato que, por lo visto, es de una complicación que supera sus capacidades técnicas, pese a que él es ingeniero y se dedica a la computación. Nada vale con estos inventos del demonio.
Segundo ejemplo, también sacado de la vida real. Voy en el coche con mi hijo, hablando de planes, sueños y demás temas profundos. Me siento inspirado y estoy a punto de soltar una de esas frases que son capaces de cambiar el curso de la historia cuando, en eso, suena su teléfono celular. Él se limita a levantar el índice para ordenarme silencio, a llevarse el aparato a la oreja, a agachar la cabeza, como si eso le diera la privacidad necesaria para hablar con el inoportuno telefonista, y se clava en una cháchara de varios minutos, de cuya naturaleza mi natural discreción me impide enterarme. Nuestra conversación de corazón a corazón, naturalmente, valió gorro.
Último ejemplo para no cansar al agobiado lector. Marco el número de mi hermana y, tras sonar varias veces, me contesta la grabadora. Una voz en inglés me pide que deje un mensaje. No me sorprende: recuerdo haber oído a mi hermana contar que compró su aparato en la fayuca y que, por más intentos que ha hecho, no ha podido cambiar el saludo que viene de fábrica. Me felicito mentalmente por haber comprado Inglés para todos, pues así puedo entender que, después del tono, debo dejar mi recado. Es en vano. Días después, cuando me encuentro a mi hermana en casa de mi madre y le comento que le he estado dejando recados en su contestadora sin recibir ninguna respuesta, ella me confiesa que aún no ha averiguado cómo escuchar los mensajes; se hace bolas, dice, con los 27 botones de la máquina y lo único que ha logrado hasta la fecha es borrarlos con la tecla que ella supone que sirve para reproducirlos.
No soy luddita ni reniego de los avances tecnológicos. Todo lo contrario: si alguien me asegura que me estuvo llamando y el identificador de llamadas no reporta ninguna, dudo más de las palabras de mi interlocutor que de la capacidad de mi aparato. La tenebrosa zozobra que me invade, pues, es que lejos de ser inepta con las nuevas tecnologías, la gente las pone de pretexto para eludir sus compromisos sociales.
09 mayo, 2008
De testosterona y melanina
La lucha por la candidatura demócrata para las elecciones presidenciales de Estados Unidos de este año ha sido presentada como un gran avance de dos minorías tradicionalmente oprimidas: las mujeres y los negros. En efecto, un negro y una mujer están compitiendo por la oportunidad de aparecer en las boletas de noviembre. Pero, caray, hay que reconocer que Barack Obama no es tan negro y que Hillary Clinton no es tan mujer.
Maticemos: Obama de hecho es mestizo, pues su madre es blanca. Y Hillary... bueno, dicen que si Hillary le diera a Obama uno de sus huevos, cada quien tendría dos. Al menos eso dijo James Carville, el estratega de Bill Clinton en su campaña electoral.
Como quiera es un buen paso: elegir a una mujer con testorena o a un negro sin tanta melanina les permitiría a los gringos descubrir que debajo de faldas y pantalones, de pieles obscuras y claras, circula la misma sangre.
Búsqueda de remedios
Tuve un maestro que aseguraba que las cosas siempre se remedian buscando soluciones. Anoche pude comprobar que tenía razón: en medio de la obscuridad, mientras buscaba las velas, volvió la luz.
03 mayo, 2008
19 abril, 2008
15 abril, 2008
No me toleres, compadre
La tolerancia siempre se ejerce desde una posición de superioridad, y eso es lo que le confiere su estatuto de buenaondez. El tolerado tiene algún defecto, alguna característica aborrecible, o por lo menos un rasgo calificable de malo, y el tolerante, en ejercicio de su tolerancia, en función de su buenaondez, lo puede pasar por alto, se hace de la vista gorda. "Sí, ya sé que eres así o asado, pero yo soy mejor que tú y no me importa: te tolero."
El tolerante tolera a gais, negros, judíos, argentinos, pobres y nacos; tolera a los idiotas que se le cruzan en su camino, a los impertinentes que le preguntan la hora en la calle, al vecino confianzudo que se atreve a darle los buenos días cuando lo ve en la mañana, al bebé de su novia cuando le vomita encima y a su abuela sorda que no entiende las telenovelas.
Ser tolerante es lo de hoy: es ser políticamente correcto. Lejos están los días en que linchaban a los negros, metían a la cárcel a los gais, expulsaban a judíos en los pogromos y les aplicaban el 33 a los argentinos. No, no, el tolerante actual debe tener un amigo (o por lo menos un contacto en su MSN) dentro de alguno de esos grupos. Los más acendrados, claro, son aquellos que pueden decir: "Yo soy muy tolerante; mi mejor amigo es fulano de tal, que ya ves que es... [inserte aquí nombre de grupo desdeñado]"
El tolerante tolera a gais, negros, judíos, argentinos, pobres y nacos; tolera a los idiotas que se le cruzan en su camino, a los impertinentes que le preguntan la hora en la calle, al vecino confianzudo que se atreve a darle los buenos días cuando lo ve en la mañana, al bebé de su novia cuando le vomita encima y a su abuela sorda que no entiende las telenovelas.
Ser tolerante es lo de hoy: es ser políticamente correcto. Lejos están los días en que linchaban a los negros, metían a la cárcel a los gais, expulsaban a judíos en los pogromos y les aplicaban el 33 a los argentinos. No, no, el tolerante actual debe tener un amigo (o por lo menos un contacto en su MSN) dentro de alguno de esos grupos. Los más acendrados, claro, son aquellos que pueden decir: "Yo soy muy tolerante; mi mejor amigo es fulano de tal, que ya ves que es... [inserte aquí nombre de grupo desdeñado]"
06 abril, 2008
Diálogo en el siglo XXI
No te ofendas; ni siquiera sabes lo que significa gaznápiro.
No es lo que me dijiste, sino el tono.
¿Cuál tono si nos estamos mensajeando?
Como sea, me sonó a pendejo. En todo caso, es lo que yo te hubiera dicho.
No es lo que me dijiste, sino el tono.
¿Cuál tono si nos estamos mensajeando?
Como sea, me sonó a pendejo. En todo caso, es lo que yo te hubiera dicho.
02 abril, 2008
Paremiología y procesadores de texto
Una de las pocas cosas que recuerdo de mis clases de literatura en la secundaria es que la paremiología es el estudio de los refranes. De hecho, según Larousse, es el "conjunto de conocimientos relativos a los refranes o tratado en el que se recogen". En ese tiempo no podía imaginar actividad más ociosa. ¿Qué tanto se necesita saber pensaba yo para decir, por ejemplo, "cría cuervos y échate a dormir", "de tal palo, tal condón" o "el que con niños se acuesta lo acusan de pederasta"?
Estas reflexiones me surgieron anoche al estar revisando los análisis que hace Google de los despistados que vienen a dar a este rincón de la red. Hubo uno que andaba buscando el dicho aquél de "mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes". ¿Necesitaba una explicación para entenderlo?
En fin, ese análisis es bastante revelador. Por ejemplo, ahora sé que la nota sobre bubis y chichis me produjo siete visitantes que, no aguantándose las ganas, de plano se pusieron a buscar bubis. Hubo otros, de cultura más visual que textual supongo, que querían ver "bubis fotos"; otros, dados a lo monumental, buscaban "mega bubis". ¿A quien pensaban encontrar?
Otro gancho que ha atrapado bastantes visitantes han sido mis notas sobre los procesadores de texto. Raro, porque yo consideraba que la preeminencia de Word había descartado la vieja reyerta de "mi procesador es mejor que el tuyo". Al parecer no. No pocos incautos cayeron aquí preguntando cuál es el mejor procesador que existe y cuáles otros hay aparte de Word.
Y hablando de eso, el año pasado, cuando le entré al maratón de novela, una de mis preocupaciones secundarias fue decidir qué procesador usaría para crear 50,000 palabras en mi disco duro. Vean ustedes porqué: uso Word básicamente para trabajar, por lo que lo tengo relacionado con una actividad meramente mercantil, alejada de los afanes creativos que supone la concepción de una novela. Mis otras opciones eran OpenOffice, WordPerfect y, sí, también lo llegué considerar candidato, XyWriter que en su versión IV ofrece la posibilidad de convertir el texto a RTF y, así, sacarlo de su inframundo nativo de DOS.
En ésas andaba cuando me topé con un programita llamado Q10; digo programita no en tono despectivo sino en el sentido estricto: con todo y diccionarios de revisión de ortografía (en inglés y español), ocupa escasos 2.48 MB. Pues bien, una de las ventajas que proclama la página de donde se puede descargar (gratis, por supuesto; al parecer el autor es militante del freeware) es que ocupa toda la pantalla, no tiene ningún adorno y, por tanto, el usuario puede concentrarse en lo único que realmente importa: el texto.
Eso me parece muy bien. Y para los nostálgicos de la máquina de escribir, ofrece otra función que resulta definitivamente imprescindible: las teclas producen un sonido como de las máquinas viejas, con todo y campanillazo al cambiar de párrafo.
Sin embargo, no ofrece mucho más. Y de ahí para adelante, las supuestas ventajas empiezan a palidecer cuando se comparan con las de cualquier otro procesador. Al menos en los procesadores que conozco siempre existe la posibilidad de mostrarlo a pantalla completa, si es que realmente somos tan desconcentrados que hasta la barra de tareas de Windows puede distraernos en nuestro proceso creativo. El sonido de máquina de escribir se logra con otro programa, SoundPilot, que tiene la ventaja de no estar limitado al procesador, sino que los produce en cualquier programa (aunque curiosamente, no en el Explorador de Windows). Y eso por no hablar de las muchas características que ofrece un verdadero procesador como Word, como son la división en capítulos, los documentos maestros, las anotaciones, el registro de versiones, la creación de tablas de contenido y ya mejor no sigo para no aburrir al respetable.
A fin de cuentas, acabé trabajando en Word, claro. Creo que ya lo había dicho, pero no está de más repetirlo. ¿Cuál es el mejor procesador de textos? Es el que conocemos mejor, claro.
Estas reflexiones me surgieron anoche al estar revisando los análisis que hace Google de los despistados que vienen a dar a este rincón de la red. Hubo uno que andaba buscando el dicho aquél de "mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes". ¿Necesitaba una explicación para entenderlo?
En fin, ese análisis es bastante revelador. Por ejemplo, ahora sé que la nota sobre bubis y chichis me produjo siete visitantes que, no aguantándose las ganas, de plano se pusieron a buscar bubis. Hubo otros, de cultura más visual que textual supongo, que querían ver "bubis fotos"; otros, dados a lo monumental, buscaban "mega bubis". ¿A quien pensaban encontrar?
Otro gancho que ha atrapado bastantes visitantes han sido mis notas sobre los procesadores de texto. Raro, porque yo consideraba que la preeminencia de Word había descartado la vieja reyerta de "mi procesador es mejor que el tuyo". Al parecer no. No pocos incautos cayeron aquí preguntando cuál es el mejor procesador que existe y cuáles otros hay aparte de Word.
Y hablando de eso, el año pasado, cuando le entré al maratón de novela, una de mis preocupaciones secundarias fue decidir qué procesador usaría para crear 50,000 palabras en mi disco duro. Vean ustedes porqué: uso Word básicamente para trabajar, por lo que lo tengo relacionado con una actividad meramente mercantil, alejada de los afanes creativos que supone la concepción de una novela. Mis otras opciones eran OpenOffice, WordPerfect y, sí, también lo llegué considerar candidato, XyWriter que en su versión IV ofrece la posibilidad de convertir el texto a RTF y, así, sacarlo de su inframundo nativo de DOS.
En ésas andaba cuando me topé con un programita llamado Q10; digo programita no en tono despectivo sino en el sentido estricto: con todo y diccionarios de revisión de ortografía (en inglés y español), ocupa escasos 2.48 MB. Pues bien, una de las ventajas que proclama la página de donde se puede descargar (gratis, por supuesto; al parecer el autor es militante del freeware) es que ocupa toda la pantalla, no tiene ningún adorno y, por tanto, el usuario puede concentrarse en lo único que realmente importa: el texto.
Eso me parece muy bien. Y para los nostálgicos de la máquina de escribir, ofrece otra función que resulta definitivamente imprescindible: las teclas producen un sonido como de las máquinas viejas, con todo y campanillazo al cambiar de párrafo.
Sin embargo, no ofrece mucho más. Y de ahí para adelante, las supuestas ventajas empiezan a palidecer cuando se comparan con las de cualquier otro procesador. Al menos en los procesadores que conozco siempre existe la posibilidad de mostrarlo a pantalla completa, si es que realmente somos tan desconcentrados que hasta la barra de tareas de Windows puede distraernos en nuestro proceso creativo. El sonido de máquina de escribir se logra con otro programa, SoundPilot, que tiene la ventaja de no estar limitado al procesador, sino que los produce en cualquier programa (aunque curiosamente, no en el Explorador de Windows). Y eso por no hablar de las muchas características que ofrece un verdadero procesador como Word, como son la división en capítulos, los documentos maestros, las anotaciones, el registro de versiones, la creación de tablas de contenido y ya mejor no sigo para no aburrir al respetable.
A fin de cuentas, acabé trabajando en Word, claro. Creo que ya lo había dicho, pero no está de más repetirlo. ¿Cuál es el mejor procesador de textos? Es el que conocemos mejor, claro.
28 marzo, 2008
La fama que me tienes prometida
Quien se queje por no haber tenido los quince minutos de fama que le prometiera Andy Warhol a todo el mundo, es porque no conoce YouTube, no tiene acceso a él por vivir en un país autoritario como China, o no se le ocurre nada qué decir, ni siquiera para grabar un video de 20 segundos con su teléfono celular.
Desde el niño que se caía al agua y Coyoacán Joe, hasta la LonelyGirl115, pasando por los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, cualquiera puede tener su momento de gloria bajo las candilejas. Y todo aquel que no pueda ser visto, admirado y comentado en YouTube simplemente no existe. Berkeley dijo que "ser es ser percibido". Pero si hubiera vivido en nuestro siglo XXI, habría matizado: "ser es ser percibido en YouTube".
Así lo entendió monseñor Dionigio Tettamanzi, obispo de Milán, y ya abrió su canal en YouTube para dictar sus homilías desde el ciberespacio.
¿Tiene algo de raro? Sólo sorprende ver a una institución tan arcaica como la iglesia católica incursionar en un medio tan moderno como lo es el video por Internet.
Desde el niño que se caía al agua y Coyoacán Joe, hasta la LonelyGirl115, pasando por los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, cualquiera puede tener su momento de gloria bajo las candilejas. Y todo aquel que no pueda ser visto, admirado y comentado en YouTube simplemente no existe. Berkeley dijo que "ser es ser percibido". Pero si hubiera vivido en nuestro siglo XXI, habría matizado: "ser es ser percibido en YouTube".
Así lo entendió monseñor Dionigio Tettamanzi, obispo de Milán, y ya abrió su canal en YouTube para dictar sus homilías desde el ciberespacio.
¿Tiene algo de raro? Sólo sorprende ver a una institución tan arcaica como la iglesia católica incursionar en un medio tan moderno como lo es el video por Internet.
Categoría:
Computación e Internet,
mundo contemporáneo,
Religión
26 marzo, 2008
Teléfonos de mis recuerdos
Durante toda mi infancia y mi adolescencia, los teléfonos públicos costaban 20 centavos. Supongo que de ahí viene la expresión caer el veinte, pues uno ponía la moneda en una ranura y cuando caía el veinte se establecía la conexión. Pero durante el echeverriato se dejaron de hacer esas monedas de cobre que llamábamos veintes, para sustituirlas por otras más pequeñas de alguna aleación. El problema era que las nuevas monedas no servían para hablar por teléfono. Entonces los viejos veintes dejaron de circular, pues la gente los acaparaba para poder hablar por teléfono en la calle. Encontrar un veinte se volvió imposible al grado de que junto a los teléfonos públicos a veces había quien los vendía: tres veintes por un peso, con lo que sacaba una ganancia neta del 40%.
En ese tiempo, Telmex era una empresa pública, plagada por todas las lacras imaginables, en especial la burocracia y su consecuencia natural, la corrupción. Por ejemplo, para que instalaran una línea nueva podían pasar años (literalmente años, no es hipérbole retórica). Ah, pero si uno conocía a alguien dentro de la empresa, si sabía a quién darle mordida, el trámite se acortaba considerablemente.
Quizá fue esa burocracia la que hizo que, cuando salieron las nuevas monedas, a nadie se le ocurrió pensar qué pasaría con los teléfonos públicos. Pasaron meses para que empezaran a cambiar los aparatos a modo de que funcionaran con las nuevas monedas. Y, claro, Telmex aprovechó la circunstancia para multiplicar la tarifa por 2.5: los aparatos nuevos costaban ya 50 centavos.
Después de los temblores del 85, los teléfonos públicos se volvieron gratuitos. Sí, uno llegaba, descolgaba el auricular, marcaba el número y se ponía a hablar sin sacar un solo centavo de la bolsa. Supuestamente esto era así porque Telmex, siempre tan pendiente de las necesidades del consumidor, quería facilitar las comunicaciones en esos días de emergencia. Pasaron esos tiempos heroicos y los teléfonos siguieron siendo gratuitos. Ahora el rumor que quería explicarlo (rumor porque nunca hubo una explicación oficial) decía que a la empresa le costaba más recolectar las monedas de todos los aparatos que lo que éstas pudieran representar como ganancia.
Después llegaron los teléfonos de tarjeta, lo que significó reemplazar todos los aparatos y dejarnos una duda: ¿pues no decían que no era negocio? La instalación de equipo nuevo en la ciudad más grande del mundo, más la manufactura de las tarjetas, ha de haber sido una inversión enorme. Y ningún empresario invierte tanto si no va a sacar ganancias y buenas de su dinero. Claro, esas tarjetas estaban financiadas en buena parte por la publicidad que llevaban impresa, pero como quiera han de haber costado una lana.
En ese tiempo, Telmex era una empresa pública, plagada por todas las lacras imaginables, en especial la burocracia y su consecuencia natural, la corrupción. Por ejemplo, para que instalaran una línea nueva podían pasar años (literalmente años, no es hipérbole retórica). Ah, pero si uno conocía a alguien dentro de la empresa, si sabía a quién darle mordida, el trámite se acortaba considerablemente.
Quizá fue esa burocracia la que hizo que, cuando salieron las nuevas monedas, a nadie se le ocurrió pensar qué pasaría con los teléfonos públicos. Pasaron meses para que empezaran a cambiar los aparatos a modo de que funcionaran con las nuevas monedas. Y, claro, Telmex aprovechó la circunstancia para multiplicar la tarifa por 2.5: los aparatos nuevos costaban ya 50 centavos.
Después de los temblores del 85, los teléfonos públicos se volvieron gratuitos. Sí, uno llegaba, descolgaba el auricular, marcaba el número y se ponía a hablar sin sacar un solo centavo de la bolsa. Supuestamente esto era así porque Telmex, siempre tan pendiente de las necesidades del consumidor, quería facilitar las comunicaciones en esos días de emergencia. Pasaron esos tiempos heroicos y los teléfonos siguieron siendo gratuitos. Ahora el rumor que quería explicarlo (rumor porque nunca hubo una explicación oficial) decía que a la empresa le costaba más recolectar las monedas de todos los aparatos que lo que éstas pudieran representar como ganancia.
Después llegaron los teléfonos de tarjeta, lo que significó reemplazar todos los aparatos y dejarnos una duda: ¿pues no decían que no era negocio? La instalación de equipo nuevo en la ciudad más grande del mundo, más la manufactura de las tarjetas, ha de haber sido una inversión enorme. Y ningún empresario invierte tanto si no va a sacar ganancias y buenas de su dinero. Claro, esas tarjetas estaban financiadas en buena parte por la publicidad que llevaban impresa, pero como quiera han de haber costado una lana.
25 marzo, 2008
Un boicot para Pekín
A las autoridades chinas ya les dieron una probadita de lo que les puede esperar en agosto, ya sea en la inauguración de los juegos olímpicos o en el transcurso de las competencias: tres periodistas franceses, miembros de Reporteros sin Fronteras, irrumpieron en la ceremonia de encendido de la antorcha olímpica, en Grecia, para pedir el boicoteo de los juegos.
La idea se ha estado manejando desde que Pekín desató un sangrienta represión en contra de los tibetanos que al cumplirse 49 años de que el dalai lama, junto con unos cien mil seguidores, tuviera que escapar de Lhassa y establecer su gobierno en el exilio organizaron manifestaciones para exigir una auténtica autonomía para su país.
La situación del Tíbet no es muy diferente de la que tenía Kosovo como provincia serbia. Y si hay diferencias, es para peor: a lo largo de más de medio siglo, los tibetanos han sido víctimas de un verdadero genocidio cultural, han perdido a sus representantes, su lengua es reprimida en favor del chino, su territorio ha sido colonizado por chinos al grado que están a punto de convertirse en minoría dentro de su propio país.
Pero para China, Tíbet es parte de su territorio y no está dispuesta a condecerle la menor brizna de autonomía, ya no digamos de independencia. Y siempre se ha negado a dialogar con el dalai lama, el cual busca sólo mejores condiciones de vida para su gente. Ahora Pekín tendrá que pagar más caros los oídos sordos que ha puesto al jefe del budismo tibetano, pues las nuevas generaciones, hartas del inmovilismo al que las ha conducido la postura concliante del dalai lama, ahora están dispuestas a rebasarlo y a enfrentarse con China en busca de la independencia.
Claro, como todo régimen represivo que se respete, Pekín simplemente respondió con violencia y censura. Innumerables sitios Web que dan cuenta de las luchas del pueblo tibetano son inaccesibles en China; entre ellos YouTube, por supuesto, que ha sido inundado por videos publicados por el gobierno chino para denigrar al dalai lama y contar horrores de la vida en el Tíbet antes de su invasión por las tropas chinas... "liberación", según la versión oficial. Esos videos están dirigidos a Occidente pues, como dijimos, los chinos no tienen permiso para entrar en YouTube.
La idea de boicotear los juegos olímpicos ya llegó a boca de Nicolas Sarkozy, presidente de Francia de quien poco podría sospecharse su simpatía por causas tan exóticas como los derechos humanos en el Tíbet, sobre todo después de haberle tendido la alfombra roja al coronel Gadhaffi, en la visita que éste hizo a París para que le agradecieran haber liberado a las enfermeras búlgaras que mantuvo como rehenes durante años.
Hace algunas semanas fue la cantante Björk la que dio la nota discordante en un concierto que ofreció en Hong Kong, al término del cual también pidió respeto para el pueblo tibetano. Y antes, fue Steven Spielberg quien renunció a participar en la organización de la ceremonia inaugural de los juegos olímpicos por la actitud de China ante la crisis de Darfour. ¿Cuántos más se apuntarán de aquí a que la antorcha llegue a Pekín?
La idea se ha estado manejando desde que Pekín desató un sangrienta represión en contra de los tibetanos que al cumplirse 49 años de que el dalai lama, junto con unos cien mil seguidores, tuviera que escapar de Lhassa y establecer su gobierno en el exilio organizaron manifestaciones para exigir una auténtica autonomía para su país.
La situación del Tíbet no es muy diferente de la que tenía Kosovo como provincia serbia. Y si hay diferencias, es para peor: a lo largo de más de medio siglo, los tibetanos han sido víctimas de un verdadero genocidio cultural, han perdido a sus representantes, su lengua es reprimida en favor del chino, su territorio ha sido colonizado por chinos al grado que están a punto de convertirse en minoría dentro de su propio país.
Pero para China, Tíbet es parte de su territorio y no está dispuesta a condecerle la menor brizna de autonomía, ya no digamos de independencia. Y siempre se ha negado a dialogar con el dalai lama, el cual busca sólo mejores condiciones de vida para su gente. Ahora Pekín tendrá que pagar más caros los oídos sordos que ha puesto al jefe del budismo tibetano, pues las nuevas generaciones, hartas del inmovilismo al que las ha conducido la postura concliante del dalai lama, ahora están dispuestas a rebasarlo y a enfrentarse con China en busca de la independencia.
Claro, como todo régimen represivo que se respete, Pekín simplemente respondió con violencia y censura. Innumerables sitios Web que dan cuenta de las luchas del pueblo tibetano son inaccesibles en China; entre ellos YouTube, por supuesto, que ha sido inundado por videos publicados por el gobierno chino para denigrar al dalai lama y contar horrores de la vida en el Tíbet antes de su invasión por las tropas chinas... "liberación", según la versión oficial. Esos videos están dirigidos a Occidente pues, como dijimos, los chinos no tienen permiso para entrar en YouTube.
La idea de boicotear los juegos olímpicos ya llegó a boca de Nicolas Sarkozy, presidente de Francia de quien poco podría sospecharse su simpatía por causas tan exóticas como los derechos humanos en el Tíbet, sobre todo después de haberle tendido la alfombra roja al coronel Gadhaffi, en la visita que éste hizo a París para que le agradecieran haber liberado a las enfermeras búlgaras que mantuvo como rehenes durante años.
Hace algunas semanas fue la cantante Björk la que dio la nota discordante en un concierto que ofreció en Hong Kong, al término del cual también pidió respeto para el pueblo tibetano. Y antes, fue Steven Spielberg quien renunció a participar en la organización de la ceremonia inaugural de los juegos olímpicos por la actitud de China ante la crisis de Darfour. ¿Cuántos más se apuntarán de aquí a que la antorcha llegue a Pekín?
15 marzo, 2008
Notas de viaje
La tercera vez que fui a Washington, D.C., llegué al aeropuerto Ronald Reagan. Esto fue en 1996 cuando el angelito, aunque retirado y ya afectado por el Alzheimer, todavía seguía en este plano de existencia. El motivo de esa visita, a diferencia de las dos anteriores, cuando me llevaron a la capital del imperio razones familiares, fue asistir a la convención de editores de diarios de Estados Unidos, algo así como la comida de la libertad de prensa que se organiza en México, sólo que a la gringa, es decir, en grande. Fueron cinco días de conferencias, ponencias, exposiciones y almuerzos.
Llegar al aeropuerto Ronald Reagan fue algo bastante ignominioso. Yo sentía que el simple hecho de caminar por sus pasillos me volvería simpatizante suyo y que jamás podría ver a los ojos a mis amigos que militan en la izquierda. Volví a vivir el apuro en que me vi cuando uno de ellos me vio saliendo de una iglesia. Yo había asistido al bautizo del hijo de un amigo y a la hora de bajar la escalinata, él iba pasando enfrente, camino a una reunión de su célula. Tuve que comprar su silencio invitándole unos tragos.
La convención de periodistas en Washington no estuvo mal. Sobre todo porque en esa ciudad no estaba prohibido fumar en lugares públicos, como lo estaba en Miami, donde yo residía en ese tiempo. Así que podía entregarme a mi vicio, como cientos de otros asistentes más, una vez acabadas las sesiones.
Los almuerzos eran otra cosa. En los tres que asistí, al final, a la hora del postre, llegaba un orador invitado que hablaba de algún tema más o menos relacionado con el periodismo. Y los oradores fueron de primera línea: estuvieron Al Gore, entonces vicepresidente; Bob Dole, que en ese tiempo pretendía la nominación presidencial republicana que en noviembre lo llevaría a contender contra Bill Clinton en las urnas; y Salman Rushdie, escritor que ya llevaba casi diez años escondiéndose de las huestes de los ayatolahs, que en nombre de su dios misericordioso habían pedido su cabeza por blasfemo.
Muy a diferencia de la imagen de serio y aburrido que se ha labrado, Al Gore tiene un gran sentido del humor, es ingenioso y no se priva de burlarse de sí mismo. Bob Dole, por su parte, era su antítesis: su voz monótona me arrulló desde que empezó a hablar hasta que me despertaron los aplausos del distinguido público, que con las palmas expresó su contento por el fin de su perorata. Salman Rushdie llegó con un dispositivo de seguridad impresionante y tan efectivo que no pude ver cómo llegó ni cuándo se fue. De pronto ya estaba en el podio hablando de la libertad de expresión, tema que supongo le ha de resultar muy cercano, y al terminar, en un parpadeo en medio de los aplausos, ya había desaparecido.
Al margen de la convención hubo varios actos, uno de ellos una recepción en el Instituto Kato, centro de estudios de los medios, al que asistieron numerosos periodistas extranjeros. Yo me integré en el grupo de los "latinos", en el que dominaban los argentinos (había tres), y así pude enterarme de la imagen que proyecta en el extranjero el periodismo mexicano. Uno de ellos me preguntó, sin asomo de mala fe, que si era cierto que en México, el gobierno les paga a los periódicos para que sólo publiquen notas favorables. La verdad es que no supe qué contestar, pero los colegas tomaron mi silencio por asentimiento y de ahí se lanzaron en una discusión sobre la independencia de los medios respecto del estado que, en lo personal, no me ofrecía ningún interés. Preferí salirme a la terraza a contemplar el espectáculo del Potomac nocturno y platicar con una colega brasileña.
Llegar al aeropuerto Ronald Reagan fue algo bastante ignominioso. Yo sentía que el simple hecho de caminar por sus pasillos me volvería simpatizante suyo y que jamás podría ver a los ojos a mis amigos que militan en la izquierda. Volví a vivir el apuro en que me vi cuando uno de ellos me vio saliendo de una iglesia. Yo había asistido al bautizo del hijo de un amigo y a la hora de bajar la escalinata, él iba pasando enfrente, camino a una reunión de su célula. Tuve que comprar su silencio invitándole unos tragos.
La convención de periodistas en Washington no estuvo mal. Sobre todo porque en esa ciudad no estaba prohibido fumar en lugares públicos, como lo estaba en Miami, donde yo residía en ese tiempo. Así que podía entregarme a mi vicio, como cientos de otros asistentes más, una vez acabadas las sesiones.
Los almuerzos eran otra cosa. En los tres que asistí, al final, a la hora del postre, llegaba un orador invitado que hablaba de algún tema más o menos relacionado con el periodismo. Y los oradores fueron de primera línea: estuvieron Al Gore, entonces vicepresidente; Bob Dole, que en ese tiempo pretendía la nominación presidencial republicana que en noviembre lo llevaría a contender contra Bill Clinton en las urnas; y Salman Rushdie, escritor que ya llevaba casi diez años escondiéndose de las huestes de los ayatolahs, que en nombre de su dios misericordioso habían pedido su cabeza por blasfemo.
Muy a diferencia de la imagen de serio y aburrido que se ha labrado, Al Gore tiene un gran sentido del humor, es ingenioso y no se priva de burlarse de sí mismo. Bob Dole, por su parte, era su antítesis: su voz monótona me arrulló desde que empezó a hablar hasta que me despertaron los aplausos del distinguido público, que con las palmas expresó su contento por el fin de su perorata. Salman Rushdie llegó con un dispositivo de seguridad impresionante y tan efectivo que no pude ver cómo llegó ni cuándo se fue. De pronto ya estaba en el podio hablando de la libertad de expresión, tema que supongo le ha de resultar muy cercano, y al terminar, en un parpadeo en medio de los aplausos, ya había desaparecido.
Al margen de la convención hubo varios actos, uno de ellos una recepción en el Instituto Kato, centro de estudios de los medios, al que asistieron numerosos periodistas extranjeros. Yo me integré en el grupo de los "latinos", en el que dominaban los argentinos (había tres), y así pude enterarme de la imagen que proyecta en el extranjero el periodismo mexicano. Uno de ellos me preguntó, sin asomo de mala fe, que si era cierto que en México, el gobierno les paga a los periódicos para que sólo publiquen notas favorables. La verdad es que no supe qué contestar, pero los colegas tomaron mi silencio por asentimiento y de ahí se lanzaron en una discusión sobre la independencia de los medios respecto del estado que, en lo personal, no me ofrecía ningún interés. Preferí salirme a la terraza a contemplar el espectáculo del Potomac nocturno y platicar con una colega brasileña.
Lecturas en la gran capital
El gobierno de la Ciudad de México piensa (¿o sabe?) que sus habitantes son analfabetas, al menos analfabetas funcionales, por eso se ha empeñado en identificar las estaciones del metro y del metrobús con pictogramas. Esto, además de darle la razón a los chinos, que desde hace más de cinco mil años saben que una imagen dice más que mil palabras, permite que la gente que no lee se suba y se baje en la estación deseada. "Vamos a la estación de la mariposa", por ejemplo, pues es incapaz de leer Juanacatlán.
Todo eso está muy bien. El problema se presenta cuando en lugar de una mariposa, un chapulín o una campana, el viajero analfabeta se topa con la efigie de alguno de los héroes que nos dieron patria. Porque, digo, si no es capaz de leer "Juárez", menos va a saber que es la estación del Benemérito de las Américas. Si bien el perfil de Hidalgo es más o menos reconocible por la calva, ¿qué diferencia hay entre el de Guerrero y el de Allende, ambos de uniforme militar? Y, por cierto, ¿quién fue Valentín Gómez Farías?
El caso es que le decimos a nuestro pasajero que se baje en tal o cual estación para llegar a su destino, y el pobre analfabeta acaba en el extremo opuesto de la ciudad, pues confundió la imagen de San Antonio con la de Tezozomoc.
Lo curioso del caso es que en muchas estaciones, sobre todo las de transbordo, suele haber librerías a montones. Y no se diga afuera, a la entrada. Por ejemplo, sobre Balderas, entre la plaza de la Ciudadela y la estación del metro, se encuentra el equivalente de la instalación permanente de la feria del libro. ¿Es negocio vender libros en un país de analfabetas? Al parecer sí, pues los marchantes de la letra impresa tienen años establecidos en esa calle y no creo que los anime una voluntad de difusión cultural, sino más bien el mercenario deseo de ganarse un billete. La difusión cultural corre a cargo, ¡oh, sorpresa!, del gobierno de la ciudad, que en los pasillos del metro instaló estantes con libros para "leer de boleto". Es decir, de volada, frase que por lo visto fue interpretada como que uno se podía volar los libros, pues cuando he pasado por tales anaqueles siempre los encuentro vacíos. Total, ¿leemos o no leemos?
Al parecer, el mexicano sí lee, pero con reservas. En los puestos al aire libre de Balderas, por ejemplo, la literatura que predomina es la llamada "de autoayuda". Desde 101 formas de combatir la depresión hasta 101 formas de volverse rico, los títulos ofrecidos revelan toda la gama de la miseria humana. (Por cierto, al hojear el libro sobre la depresión, encontré que una de las recetas es volverse rico; me faltó hojear el libro para hacerse rico: de seguro una de las formas recomendadas es escribir un libro para combatir la depresión.)
Otra proporción importante de la oferta libresca la constituyen los libros de esoterismo: grimorios, encantamientos, fórmulas de magia de todos los colores y textos clásicos del ocultismo como el Kibalión. La gente está angustiada, anda en busca de remedios y los encuentra entre los charlatanes de todo cuño, ya sea que vendan fórmulas facilonas para alcanzar la felicidad en esta vida o métodos de riguroso ascetismo para lograrla en la otra.
Todo eso está muy bien. El problema se presenta cuando en lugar de una mariposa, un chapulín o una campana, el viajero analfabeta se topa con la efigie de alguno de los héroes que nos dieron patria. Porque, digo, si no es capaz de leer "Juárez", menos va a saber que es la estación del Benemérito de las Américas. Si bien el perfil de Hidalgo es más o menos reconocible por la calva, ¿qué diferencia hay entre el de Guerrero y el de Allende, ambos de uniforme militar? Y, por cierto, ¿quién fue Valentín Gómez Farías?
El caso es que le decimos a nuestro pasajero que se baje en tal o cual estación para llegar a su destino, y el pobre analfabeta acaba en el extremo opuesto de la ciudad, pues confundió la imagen de San Antonio con la de Tezozomoc.
Lo curioso del caso es que en muchas estaciones, sobre todo las de transbordo, suele haber librerías a montones. Y no se diga afuera, a la entrada. Por ejemplo, sobre Balderas, entre la plaza de la Ciudadela y la estación del metro, se encuentra el equivalente de la instalación permanente de la feria del libro. ¿Es negocio vender libros en un país de analfabetas? Al parecer sí, pues los marchantes de la letra impresa tienen años establecidos en esa calle y no creo que los anime una voluntad de difusión cultural, sino más bien el mercenario deseo de ganarse un billete. La difusión cultural corre a cargo, ¡oh, sorpresa!, del gobierno de la ciudad, que en los pasillos del metro instaló estantes con libros para "leer de boleto". Es decir, de volada, frase que por lo visto fue interpretada como que uno se podía volar los libros, pues cuando he pasado por tales anaqueles siempre los encuentro vacíos. Total, ¿leemos o no leemos?
Al parecer, el mexicano sí lee, pero con reservas. En los puestos al aire libre de Balderas, por ejemplo, la literatura que predomina es la llamada "de autoayuda". Desde 101 formas de combatir la depresión hasta 101 formas de volverse rico, los títulos ofrecidos revelan toda la gama de la miseria humana. (Por cierto, al hojear el libro sobre la depresión, encontré que una de las recetas es volverse rico; me faltó hojear el libro para hacerse rico: de seguro una de las formas recomendadas es escribir un libro para combatir la depresión.)
Otra proporción importante de la oferta libresca la constituyen los libros de esoterismo: grimorios, encantamientos, fórmulas de magia de todos los colores y textos clásicos del ocultismo como el Kibalión. La gente está angustiada, anda en busca de remedios y los encuentra entre los charlatanes de todo cuño, ya sea que vendan fórmulas facilonas para alcanzar la felicidad en esta vida o métodos de riguroso ascetismo para lograrla en la otra.
01 marzo, 2008
Boleto de regreso
Nos pasamos la vida tratando de desentrañarle el sentido a nuestro paso por la Tierra y, cuando más o menos creíamos que teníamos resuelto el misterio, el árbitro nos silba, nos enseña la tarjeta roja y nos saca del juego, dizque por haber violado alguna obscura regla: le entramos muy recio al chicharrón y a las cervezas y nos dio un infarto; olvidamos que no había que mezclar el Viagra con el alcohol y nos quedamos tiesos en el lecho del amor; no nos fijamos a la hora de cruzar la calle y nos aplastó un camión; nunca leímos los periódicos, nos fuimos a pasear a Acapulco y acabamos en medio de un tiroteo de narcos. Si bien este mundo sólo tiene una puerta de entrada, sus salidas son innumerables.
Yo crecí en un mundo muy diferente al actual y una de las diferencias más evidentes es que las cosas tenían nombre, no marca. Por ejemplo, usábamos pantalones, no Levi's ni Dockers; andábamos en coche, no en Pontiacs ni Jettas; y usábamos zapatos, no Adidas ni Nike (por lo demás, recuerdo que en la primaria nos tenían prohibido ir de tenis, salvo los días que teníamos clase de educación física, así que nuestras opciones se reducían a los zapatos Canadá).
Sí, ya desde entonces se le llamaba "pan bimbo" a todo pan de caja y no era infrecuente oír en la tienda que alguien pidiera un "pan bimbo Wonder". También los gansitos eran el genérico de cualquier tipo de pastelito y así uno podía ir a comprar gansitos y regresar muy campante con un Pipiolo o un Twinky Wonder. Pero estos casos eran tan excepcionales que se comentaban en tono de burla y condescendencia hacia sus protagonistas.
Claro, no es que ahora Levi's sea el genérico de pantalones. ¡Ni lo mande Dior! Todo lo contrario: al menos en materia de ropa, los nombres genéricos están desapareciendo y dejando su lugar a las marcas. Por ejemplo, en la pasarela de la alfombra roja, previa a la entrega de los Óscares, una de las animadoras del evento le preguntaba a las actrices qué estaban usando. Y éstas respondían invariablemente citando el nombre del diseñador de la prenda respectiva. El ojo avizor quizá sea capaz de distinguir entre uno y otro (por ejemplo, entre Dolce y Gabanna), pero para mi menda, capaz sólo de ver vestidos, ese desfile de nombres resultó incomprensible. ¿Señal de que ya me estoy volviendo viejo?
Es posible. Ayer recibí una llamada de una empresa registrada con el cantarino nombre de Tiempo y Vida. Tardé en darme cuenta de que detrás de ella se agazapa una conocida compañía de pompas fúnebres y que, en resumidas cuentas, vende funerales con el concepto de pague ahora y muérase después. ¿Por qué tardé en darme cuenta? Ah, porque la vendedora (que supongo que no se llama a sí misma vendedora, sino representante de servicios al cliente o algo así) no mencionó jamás las palabras "muerte", "funeral" ni otros elementos discursivos asociados con el fin de la vida. No, ella habló de "previsión", de lo "inevitable" y demás eufemismos que vuelven hasta agradable la idea de que nos metan en un cajón y nos refundan a tres metros bajo tierra.
Con todo, no es mala idea dejar arreglada nuestra partida de este mundo. Al ahorro que significa pagar por adelantado nuestro boleto de regreso, se le suma la ventaja de evitarles a nuestros llorosos deudos las molestias y los gastos de andar organizando nuestro funeral a última hora cuando, dada la situación en que se encuentran, son presa fácil de los comerciantes de la muerte. Si realmente están muy afligidos, van a querer gastar lo que no tienen para darnos el "servicio que merecemos". Y si se alegran de que finalmente "ya se peló el viejo", nos van a querer echar a la fosa común. Y ninguno de esos dos casos es reconfortante.
Yo crecí en un mundo muy diferente al actual y una de las diferencias más evidentes es que las cosas tenían nombre, no marca. Por ejemplo, usábamos pantalones, no Levi's ni Dockers; andábamos en coche, no en Pontiacs ni Jettas; y usábamos zapatos, no Adidas ni Nike (por lo demás, recuerdo que en la primaria nos tenían prohibido ir de tenis, salvo los días que teníamos clase de educación física, así que nuestras opciones se reducían a los zapatos Canadá).
Sí, ya desde entonces se le llamaba "pan bimbo" a todo pan de caja y no era infrecuente oír en la tienda que alguien pidiera un "pan bimbo Wonder". También los gansitos eran el genérico de cualquier tipo de pastelito y así uno podía ir a comprar gansitos y regresar muy campante con un Pipiolo o un Twinky Wonder. Pero estos casos eran tan excepcionales que se comentaban en tono de burla y condescendencia hacia sus protagonistas.
Claro, no es que ahora Levi's sea el genérico de pantalones. ¡Ni lo mande Dior! Todo lo contrario: al menos en materia de ropa, los nombres genéricos están desapareciendo y dejando su lugar a las marcas. Por ejemplo, en la pasarela de la alfombra roja, previa a la entrega de los Óscares, una de las animadoras del evento le preguntaba a las actrices qué estaban usando. Y éstas respondían invariablemente citando el nombre del diseñador de la prenda respectiva. El ojo avizor quizá sea capaz de distinguir entre uno y otro (por ejemplo, entre Dolce y Gabanna), pero para mi menda, capaz sólo de ver vestidos, ese desfile de nombres resultó incomprensible. ¿Señal de que ya me estoy volviendo viejo?
Es posible. Ayer recibí una llamada de una empresa registrada con el cantarino nombre de Tiempo y Vida. Tardé en darme cuenta de que detrás de ella se agazapa una conocida compañía de pompas fúnebres y que, en resumidas cuentas, vende funerales con el concepto de pague ahora y muérase después. ¿Por qué tardé en darme cuenta? Ah, porque la vendedora (que supongo que no se llama a sí misma vendedora, sino representante de servicios al cliente o algo así) no mencionó jamás las palabras "muerte", "funeral" ni otros elementos discursivos asociados con el fin de la vida. No, ella habló de "previsión", de lo "inevitable" y demás eufemismos que vuelven hasta agradable la idea de que nos metan en un cajón y nos refundan a tres metros bajo tierra.
Con todo, no es mala idea dejar arreglada nuestra partida de este mundo. Al ahorro que significa pagar por adelantado nuestro boleto de regreso, se le suma la ventaja de evitarles a nuestros llorosos deudos las molestias y los gastos de andar organizando nuestro funeral a última hora cuando, dada la situación en que se encuentran, son presa fácil de los comerciantes de la muerte. Si realmente están muy afligidos, van a querer gastar lo que no tienen para darnos el "servicio que merecemos". Y si se alegran de que finalmente "ya se peló el viejo", nos van a querer echar a la fosa común. Y ninguno de esos dos casos es reconfortante.
25 febrero, 2008
¿Quién diablos es Diablo?
Este año no fallaron las predicciones de los expertos: la Academia se sacó la espina que traía con los hermanos Coen y les dio tres estatuillas, a la mejor dirección, a la mejor película y al mejor guión adaptado, por No Country for Old Men. La cinta, además, resultó premiada por el mejor actor de reparto, Javier Bardem.
Mi favorita, Juno, se llevó el Oscar al mejor guión original, obra de Diablo Cody. Cuando vi la película sentí una fuerte presencia femenina por el excelente retrato que pinta de la protagonista, al grado que pensé que la dirección estaría a cargo de una mujer. Pero no, al fijarme en los créditos, vi que el director era Jason Reitman. "Bueno, por lo menos, el guión ha de ser obra de una mujer." Nuevo desengaño al ver que el autor del guión se llama Diablo Cody. Pero anoche, al ver la ceremonia, oh, sorpresa, Diablo Cody efectivamente es mujer, y bastante guapa, por lo demás (figura 1).
Figura 1. Diablo Cody en huelga
La cosa es que su nombre real es Brooke Busey. ¿Qué mujer se hace llamar Diablo? Alguien como ella, que se fue de Chicago a Minnesota a vivir con el galán que había conocido por Internet. Después de trabajar un tiempo en una agencia de publicidad, renunció a su empleo, pues le exigía dotes organizativas que ella admite no tener, y se dedicó a bailar en clubes desnudistas. Dejó ese oficio para dedicarse por un tiempo a ser operadora de una línea telefónica de sexo, para después de un tiempo regresar a bailar. Todo esto con la anuencia del galán, Jon Hunt, con quien finalmente se casó en 2004. Y aunque ya metió la demanda de divorcio, Diablo Cody dice que es muy feliz.
Tiene razones para estarlo. Su libreto de Juno le ha valido 18 premios, tiene publicado un libro autobiográfico, en el que habla de su vida como desnudista y dos libretos más en preproducción. Juno fue su primer libreto y ya la lanzó a la fama. Esperemos que sea capaz de mantener el nivel.
Mi favorita, Juno, se llevó el Oscar al mejor guión original, obra de Diablo Cody. Cuando vi la película sentí una fuerte presencia femenina por el excelente retrato que pinta de la protagonista, al grado que pensé que la dirección estaría a cargo de una mujer. Pero no, al fijarme en los créditos, vi que el director era Jason Reitman. "Bueno, por lo menos, el guión ha de ser obra de una mujer." Nuevo desengaño al ver que el autor del guión se llama Diablo Cody. Pero anoche, al ver la ceremonia, oh, sorpresa, Diablo Cody efectivamente es mujer, y bastante guapa, por lo demás (figura 1).
Figura 1. Diablo Cody en huelga
La cosa es que su nombre real es Brooke Busey. ¿Qué mujer se hace llamar Diablo? Alguien como ella, que se fue de Chicago a Minnesota a vivir con el galán que había conocido por Internet. Después de trabajar un tiempo en una agencia de publicidad, renunció a su empleo, pues le exigía dotes organizativas que ella admite no tener, y se dedicó a bailar en clubes desnudistas. Dejó ese oficio para dedicarse por un tiempo a ser operadora de una línea telefónica de sexo, para después de un tiempo regresar a bailar. Todo esto con la anuencia del galán, Jon Hunt, con quien finalmente se casó en 2004. Y aunque ya metió la demanda de divorcio, Diablo Cody dice que es muy feliz.
Tiene razones para estarlo. Su libreto de Juno le ha valido 18 premios, tiene publicado un libro autobiográfico, en el que habla de su vida como desnudista y dos libretos más en preproducción. Juno fue su primer libreto y ya la lanzó a la fama. Esperemos que sea capaz de mantener el nivel.
22 febrero, 2008
Entre bubis y chichis
Quiere la mojigatería reinante que no digamos chichi porque suena muy vulgar y para referirnos al objeto que designa esa palabra, se han inventado montón de eufemismos, entre los que ahora campea victorioso el gringuismo bubi. ¿Qué diferencia hay entre una chichi y una bubi? Técnicamente ninguna, pero la primera es indígena (¡fuchi!) y la segunda tiene todo el glamur de lo que nos impone el Imperio del Norte. No es lo mismo verle las bubis a las meseras de McDonald's que las chichis a las marchantas del mercado, ¿verdad?
Los que se la dan de enterados, para no caer en la vulgaridad de las chichis ni en la adopción de exotismos de las bubis, hablan entonces de seno. ¡Oh, qué bien! Una palabra también corta (dos sílabas directas) que no tiene implicaciones sexuales... ¡perfecto! El problema es que en realidad seno no designa ni chichis ni bubis, sino lo que está en medio. Así, cuando el señor cura busca consuelo en sus aflicciones, lo encuentra en el seno de la Virgen y no, y esto es importante, entre sus chichis.
En fin, otra posibilidad para designar esos obsesionantes objetos es llamarlos pechos. Un pecho no es lo mismo que el pecho. Los pechos están en el pecho... mmm, hay algo medio ambiguo con este término. ¿Qué tal mama? Cero ambigüedad, dos sílabas directas. Lo mismo vale para teta. El problema de la teta es que suena demasiado gachupa. ¿Y cuál es el problema de mama? De ahí viene mamar, que es una función natural y muy hermosa; además, es la raíz de mamografía, que suena decididamente muy científica. ¿Alguien habla de tetagrafía, pechografía, bubigrafía o chichigrafía? No, ¿verdad? Pero a ver quién es el valiente que le dice mamas a las chichis.
Los que se la dan de enterados, para no caer en la vulgaridad de las chichis ni en la adopción de exotismos de las bubis, hablan entonces de seno. ¡Oh, qué bien! Una palabra también corta (dos sílabas directas) que no tiene implicaciones sexuales... ¡perfecto! El problema es que en realidad seno no designa ni chichis ni bubis, sino lo que está en medio. Así, cuando el señor cura busca consuelo en sus aflicciones, lo encuentra en el seno de la Virgen y no, y esto es importante, entre sus chichis.
En fin, otra posibilidad para designar esos obsesionantes objetos es llamarlos pechos. Un pecho no es lo mismo que el pecho. Los pechos están en el pecho... mmm, hay algo medio ambiguo con este término. ¿Qué tal mama? Cero ambigüedad, dos sílabas directas. Lo mismo vale para teta. El problema de la teta es que suena demasiado gachupa. ¿Y cuál es el problema de mama? De ahí viene mamar, que es una función natural y muy hermosa; además, es la raíz de mamografía, que suena decididamente muy científica. ¿Alguien habla de tetagrafía, pechografía, bubigrafía o chichigrafía? No, ¿verdad? Pero a ver quién es el valiente que le dice mamas a las chichis.
20 febrero, 2008
Eclipse
Castro renuncia, Musharraf pierde las elecciones, Putin se prepara para pasar de presidente a primer ministro, Obama adelanta en la carrera demócrata a la Casa Blanca... y hoy hubo un eclipse lunar.
El próximo eclipse será a finales de 2010, cuando Fidel Castro seguramente ya habrá desaparecido del todo de la escena cubana, cuando Pervez Musharraf sea un capítulo cerrado en la historia paquistaní, cuando Vladimir Vladimirovich Putin haya demostrado que no tenía intenciones de soltarle el poder al presidente ruso Dmitri Medvedev y cuando Barack Obama... bueno, de Obama es imposible hacer predicción alguna.
Pero los eclipses van a seguir ocurriendo con una regularidad que permite predecirlos, a diferencia de los imprevisibles sucesos terrestres. Quizá por eso sea más reconfortante alzar la vista al cielo y deleitarse con el espectáculo de la Luna enrojecida (figura 1.) que andar tristeando acá en la Tierra.
El próximo eclipse será a finales de 2010, cuando Fidel Castro seguramente ya habrá desaparecido del todo de la escena cubana, cuando Pervez Musharraf sea un capítulo cerrado en la historia paquistaní, cuando Vladimir Vladimirovich Putin haya demostrado que no tenía intenciones de soltarle el poder al presidente ruso Dmitri Medvedev y cuando Barack Obama... bueno, de Obama es imposible hacer predicción alguna.
Pero los eclipses van a seguir ocurriendo con una regularidad que permite predecirlos, a diferencia de los imprevisibles sucesos terrestres. Quizá por eso sea más reconfortante alzar la vista al cielo y deleitarse con el espectáculo de la Luna enrojecida (figura 1.) que andar tristeando acá en la Tierra.
18 febrero, 2008
Secuelas de Kosovo
Como estaba anunciado, este domingo el parlamento de Kosovo declaró la independencia de esta provincia serbia, poniendo así fin al dominio de Belgrado en la cuna del nacionalismo serbio. Estados Unidos ya anunció su apoyo y su reconocimiento al flamante estado; la Unión Europea está dividida en cuanto al reconocimiento, aunque no en el envío de una misión de asistencia, que tiene la finalidad de evitar que estalle la violencia entre los kosovares albanos y los serbios.
Y también como era de esperarse, Serbia ya anunció su oposición a esta medida, secundada por Rusia. Pero la verdad es que Rusia lleva un doble juego aquí, pues aunque teóricamente se opone a la separación de Kosovo, en la práctica también le conviene que se rompa con el principio de la "inviolibilidad de las fronteras", sobre todo si no es a sus costillas y se hace a instancias de la potencia rival.
En efecto, Rusia tiene intereses en regiones fuera de sus fronteras y no vería con malos ojos que éstas se independizaran. En especial en Osetia del Sur y en Abjasia, en Georgia, que, por cierto, después de la proclamación de la independencia de Kosovo, no tardaron en expresar su deseo de separarase a su vez de esa república caucasiana. Por lo pronto ya pidieron a Rusia y a Naciones Unidas que reconozcan su independencia, citando por supuesto el antecedente de Kosovo.
Pero también está Transnistria, una región separatista de Moldavia donde predominan los rusófonos, y que desde 1990 declaró su independencia, pues el gobierno de Chisinau andaba coqueteando con la idea de anexarse a Rumania. Moldavia proclamó al rumano idioma oficial del país, cosa que no le cayó en gracia al 29% de ucranianos y 30% de rusos que viven ahí. Ahora, Transnistria es en la práctica una región de Moldavia ocupada por el XIV ejército ruso. No le caería nada mal a Moscú que esta independencia fuera reconocida con la misma facilidad que la de Kosovo.
Y también como era de esperarse, Serbia ya anunció su oposición a esta medida, secundada por Rusia. Pero la verdad es que Rusia lleva un doble juego aquí, pues aunque teóricamente se opone a la separación de Kosovo, en la práctica también le conviene que se rompa con el principio de la "inviolibilidad de las fronteras", sobre todo si no es a sus costillas y se hace a instancias de la potencia rival.
En efecto, Rusia tiene intereses en regiones fuera de sus fronteras y no vería con malos ojos que éstas se independizaran. En especial en Osetia del Sur y en Abjasia, en Georgia, que, por cierto, después de la proclamación de la independencia de Kosovo, no tardaron en expresar su deseo de separarase a su vez de esa república caucasiana. Por lo pronto ya pidieron a Rusia y a Naciones Unidas que reconozcan su independencia, citando por supuesto el antecedente de Kosovo.
Pero también está Transnistria, una región separatista de Moldavia donde predominan los rusófonos, y que desde 1990 declaró su independencia, pues el gobierno de Chisinau andaba coqueteando con la idea de anexarse a Rumania. Moldavia proclamó al rumano idioma oficial del país, cosa que no le cayó en gracia al 29% de ucranianos y 30% de rusos que viven ahí. Ahora, Transnistria es en la práctica una región de Moldavia ocupada por el XIV ejército ruso. No le caería nada mal a Moscú que esta independencia fuera reconocida con la misma facilidad que la de Kosovo.
17 febrero, 2008
Nacimiento de un estado
Lo más probable es que dentro de unas horas, la provincia serbia de Kosovo declare su independencia. Después de casi diez años de estar bajo mandato de Naciones Unidas, los kosovares ahora formarán un estado independiente de Serbia, país que por mucho tiempo les negó a los habitantes albanos de esa provincia los más elementales derechos civiles.
Las potencias occidentales (léase los países grandes de la Unión Europea y Estados Unidos) están de acuerdo en esta medida y no sería raro que en el curso de unos cuantos días se desgranaran los reconocimientos oficiales desde las capitales europeas, Washington y tal vez Tokio.
El obstáculo por superar, claro, sigue siendo la negativa de Belgrado, con el apoyo de Moscú, a renunciar a una región que, por motivos históricos, es considerada la cuna de la identidad serbia, si bien en la actualidad el 90% de sus dos millones de habitantes es de origen albano.
Sin embargo, el gobierno de Pristina sabe con quién se mete. En las recientes elecciones serbias resultó triunfador Boris Tadic, que se presentó con una plataforma pro-europea contra el nacionalista Tomislav Nikolic. Aunque por el apego sentimental que Serbia le tiene a Kosovo, Tadic no podrá secundar el apoyo a la independencia de su provincia en Serbia ésa es una postura suicida para cualquier político, en los hechos estará atado de manos para presentar una oposición eficaz. Por lo demás, la Unión Europea es el principal socio comercial de Serbia y Tadic sabe que no podrá ponerse con Sansón a las patadas.
Por su parte, Moscú también anda ocupado con su proceso electoral, programado para el 2 de marzo, y aunque al zar Putin no le preocupa la opinión occidental y, para el caso, tampoco el resultado de las elecciones, ya que tiene asegurado el triunfo de su delfín, Dimitri Medvedev, quien a su vez lo nombrará primer ministro, también sabe que en los hechos no podrá hacer nada para impedir que le arranquen un pedazo de territorio a su pupilo serbio.
Aunque desde tiempos de los zares, la Federación Rusa se ha adjudicado el papel de defensor de los pueblos eslavos, éstos han rechazado esa injerencia, especialmente desde la disolución de la Unión Soviética. Los casos más notables, quizá precisamente por la cercanía geográfica, son los de las repúblicas bálticas y Polonia, decididamente hostiles a cualquier negociación con el antiguo amo moscovita. A la fecha, sólo Belgrado acepta ese padrinazgo y a él se atuvo durante todos los años en que, primero con la OTAN y después con la ONU, Kosovo ha estado fuera de su soberanía.
Es difícil calcular las consecuencias inmediatas de la independencia de Kosovo. Belgrado podría imponer un bloqueo, pero las fronteras que comparte Kosovo con Bosnia-Herzegovina, Albania y Montenegro harían irrelevante esa medida, que sólo podría tener efectos en los primeros tiempos, sobre todo en el ámbito de la energía, que en un 90% procede de Serbia. A la larga, los serbios tendrán que aceptar los hechos consumados.
Queda la duda de la reacción que tendrán los 200,000 serbios que viven en Kosovo, sobre todo en el norte. ¿Aceptarán su nueva condición de ser minoría en el flamante estado? Después de haber sido la etnia dominante en la política, ¿se someterán a los albanos, a quienes desprecian por haber abrazado la fe del invasor otomano en el siglo XV? Las posibilidades quedan abiertas.
Las potencias occidentales (léase los países grandes de la Unión Europea y Estados Unidos) están de acuerdo en esta medida y no sería raro que en el curso de unos cuantos días se desgranaran los reconocimientos oficiales desde las capitales europeas, Washington y tal vez Tokio.
El obstáculo por superar, claro, sigue siendo la negativa de Belgrado, con el apoyo de Moscú, a renunciar a una región que, por motivos históricos, es considerada la cuna de la identidad serbia, si bien en la actualidad el 90% de sus dos millones de habitantes es de origen albano.
Sin embargo, el gobierno de Pristina sabe con quién se mete. En las recientes elecciones serbias resultó triunfador Boris Tadic, que se presentó con una plataforma pro-europea contra el nacionalista Tomislav Nikolic. Aunque por el apego sentimental que Serbia le tiene a Kosovo, Tadic no podrá secundar el apoyo a la independencia de su provincia en Serbia ésa es una postura suicida para cualquier político, en los hechos estará atado de manos para presentar una oposición eficaz. Por lo demás, la Unión Europea es el principal socio comercial de Serbia y Tadic sabe que no podrá ponerse con Sansón a las patadas.
Por su parte, Moscú también anda ocupado con su proceso electoral, programado para el 2 de marzo, y aunque al zar Putin no le preocupa la opinión occidental y, para el caso, tampoco el resultado de las elecciones, ya que tiene asegurado el triunfo de su delfín, Dimitri Medvedev, quien a su vez lo nombrará primer ministro, también sabe que en los hechos no podrá hacer nada para impedir que le arranquen un pedazo de territorio a su pupilo serbio.
Aunque desde tiempos de los zares, la Federación Rusa se ha adjudicado el papel de defensor de los pueblos eslavos, éstos han rechazado esa injerencia, especialmente desde la disolución de la Unión Soviética. Los casos más notables, quizá precisamente por la cercanía geográfica, son los de las repúblicas bálticas y Polonia, decididamente hostiles a cualquier negociación con el antiguo amo moscovita. A la fecha, sólo Belgrado acepta ese padrinazgo y a él se atuvo durante todos los años en que, primero con la OTAN y después con la ONU, Kosovo ha estado fuera de su soberanía.
Es difícil calcular las consecuencias inmediatas de la independencia de Kosovo. Belgrado podría imponer un bloqueo, pero las fronteras que comparte Kosovo con Bosnia-Herzegovina, Albania y Montenegro harían irrelevante esa medida, que sólo podría tener efectos en los primeros tiempos, sobre todo en el ámbito de la energía, que en un 90% procede de Serbia. A la larga, los serbios tendrán que aceptar los hechos consumados.
Queda la duda de la reacción que tendrán los 200,000 serbios que viven en Kosovo, sobre todo en el norte. ¿Aceptarán su nueva condición de ser minoría en el flamante estado? Después de haber sido la etnia dominante en la política, ¿se someterán a los albanos, a quienes desprecian por haber abrazado la fe del invasor otomano en el siglo XV? Las posibilidades quedan abiertas.
15 febrero, 2008
Regreso a Lost
La huelga del gremio de escritores gringos terminó muy a tiempo para empezar a ver la cuarta temporada de Lost. Si el espectador quedó aturdido por el final de la tercera, el inicio de la cuarta los tres primeros episodios que se han transmitido hasta ahora lo dejará totalmente estupefacto.
En efecto, el supuesto rescate que parecía tan sencillo ("Ahorita les mandamos un helicóptero para que los recoja.") se está complicando más allá de toda solución visible, dado que ahora ya estalló abiertamente la rivalidad que siempre opuso a Jack y a John. Por no hablar de la advertencia de Charlie, quien antes de morir en el último episodio de la tercera temporada, le advierte a Desmond que los presuntos rescatistas no son quienes dicen ser.
Estos episodios abren más interrogantes de las que resuelven. Una novedad es que, en lugar de ver los antecedentes de cada personaje entremezclados con el desarrollo de la trama actual en la isla, nos presentan el futuro de algunos de ellos, después de ser rescatados. Pero ese atisbo al "desenlace", lejos de explicar lo sucedido, lo vuelve aun más confuso. ¿Por qué Sayid trabaja para quien trabaja? ¿Por qué Hugo habla con los muertos? ¿Y quiénes son esos que necesitan de su ayuda?
Al igual que en las temporadas anteriores, sólo tenemos una certeza: por cada misterio resuelto aparecen varios más. Ya no queremos saber qué está pasando ahí, sólo pedimos que mantengan el suspenso por muchas temporadas más, con el mismo nivel de maestría con que lo han hecho hasta ahora.
En efecto, el supuesto rescate que parecía tan sencillo ("Ahorita les mandamos un helicóptero para que los recoja.") se está complicando más allá de toda solución visible, dado que ahora ya estalló abiertamente la rivalidad que siempre opuso a Jack y a John. Por no hablar de la advertencia de Charlie, quien antes de morir en el último episodio de la tercera temporada, le advierte a Desmond que los presuntos rescatistas no son quienes dicen ser.
Estos episodios abren más interrogantes de las que resuelven. Una novedad es que, en lugar de ver los antecedentes de cada personaje entremezclados con el desarrollo de la trama actual en la isla, nos presentan el futuro de algunos de ellos, después de ser rescatados. Pero ese atisbo al "desenlace", lejos de explicar lo sucedido, lo vuelve aun más confuso. ¿Por qué Sayid trabaja para quien trabaja? ¿Por qué Hugo habla con los muertos? ¿Y quiénes son esos que necesitan de su ayuda?
Al igual que en las temporadas anteriores, sólo tenemos una certeza: por cada misterio resuelto aparecen varios más. Ya no queremos saber qué está pasando ahí, sólo pedimos que mantengan el suspenso por muchas temporadas más, con el mismo nivel de maestría con que lo han hecho hasta ahora.
14 febrero, 2008
El espíritu de nuestra época
Vi la película Zeitgeist por tres razones: la primera, porque me la recomendaron; la segunda porque la pude bajar muy rápido. Y la tercera porque el miércoles pasado no tenía nada que hacer. Además, pensé que me daría buen tema para hacer una nota para este sufrido bloc y, dado que últimamente he tenido mucho trabajo y no se me ocurre más tema que quejarme de las necedades de los clientes, cualquier inspiración extra es bienvenida.
Como la película está dividida en tres temas muy poco relacionados a mi parecer, de hecho daría para tres notas. Pero no quisiera agobiar al paciente lector con tanto detalle. En realidad, el documentalito podría omitirse por completo en provecho de la salud mental pública, de no ser por una serie de reflexiones a que da pie la primera parte, dedicada a los mitos de los mesías. La segunda parte, por cierto, está dedicada a la idea de que los atentados de Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001 fueron un "trabajo interno" del gobierno, y la tercera, a reforzar las teorías conspiratorias de dominación mundial por parte de un puñado de banqueros.
Antes de seguir adelante, habría que hacer una referencia al título. Zeitgeist significa "espíritu de los tiempos" en alemán y se refiere al clima intelectual y cultural de una era. Claro, quizá el lector lo recuerde mejor como el título de un disco de los Smashing Pumpkins, pero creo que eso menos tiene que ver con la película. ¿El espíritu de la época está dominado por la religión, el terrorismo y las conspiraciones secretas? Quiero creer que este siglo XXI tiene más que ofrecer. Pero, en fin, dejemos eso y continuemos.
Lo que me gustó de la primera parte es que, partiendo de nociones astronómicas, el autor desmonta la historia de Jesús como mesías, hijo de Dios o como se le quiera llamar, para mostrarlo como una representación del mito solar, presente en todos los pueblos desde los albores de la civilización.
Claro, la cosa no es tan objetiva pues esas nociones astronómicas (como el movimiento de precesión de los equinoccios) están interpretadas desde la astrología, es decir, se les da un valor o significado subjetivo. Y por ahí es donde se cuelan los detractores de la astrología a decir que es una superstición, pues ellos leen su horóscopo todos los días en el periódico y "nunca le atinan".
Pero en la película no se avientan el tiro de hacer horóscopos, sino de interpretar leyendas a través del pensamiento dominante en la época en que fueron creadas. Y es innegable que la astrología, vista como fenómeno puramente cultural, encarna lo que entonces era el sentido común.
De ese modo, es perfectamente lógico que si Jesús aparece al principio de la era de Piscis, el pez sea un símbolo utilizado por los cristianos. Así como el carnero lo fue en la era inaugurada por Moisés y, antes, el toro.
No obstante, parece que la intención del documental es negar la validez de las enseñanzas cristianas señalando sus raíces paganas. Nada más absurdo. Ya puestos a aceptar la idea de los grandes maestros de la humanidad, que se presentan cada tanto a recordarles a los desorientados hombres el camino de la salvación y a establecer preceptos generales (el monoteísmo de Moisés, el amor y el perdón de Jesús), poco importa el origen de la doctrina.
Aun más, si todas las enseñanzas religiosas comparten un origen común si cada religión no es más que la expresión particular del mismo fenómeno en un tiempo específico, de ello se desprendería una conclusión aun más valiosa: las religiones son obra de los hombres. Si contienen enseñanzas valiosas, éstas son producto del hombre. Si hay amor, si hay perdón, si hay compasión, es porque el hombre es capaz de tales sentimientos. No vienen de una entidad abstracta y con toda seguridad inexistente que nos rige desde lo alto. Si hay nobleza, si hay magnanimidad, si hay solidaridad en la doctrina religiosa es porque la hay en el hombre. Quitemos a dios de la ecuación y veremos que el hombre es capaz de cosas excelsas. Y ya sin la ceguera que significa el teísmo podremos ponerlas en práctica.
Como la película está dividida en tres temas muy poco relacionados a mi parecer, de hecho daría para tres notas. Pero no quisiera agobiar al paciente lector con tanto detalle. En realidad, el documentalito podría omitirse por completo en provecho de la salud mental pública, de no ser por una serie de reflexiones a que da pie la primera parte, dedicada a los mitos de los mesías. La segunda parte, por cierto, está dedicada a la idea de que los atentados de Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001 fueron un "trabajo interno" del gobierno, y la tercera, a reforzar las teorías conspiratorias de dominación mundial por parte de un puñado de banqueros.
Antes de seguir adelante, habría que hacer una referencia al título. Zeitgeist significa "espíritu de los tiempos" en alemán y se refiere al clima intelectual y cultural de una era. Claro, quizá el lector lo recuerde mejor como el título de un disco de los Smashing Pumpkins, pero creo que eso menos tiene que ver con la película. ¿El espíritu de la época está dominado por la religión, el terrorismo y las conspiraciones secretas? Quiero creer que este siglo XXI tiene más que ofrecer. Pero, en fin, dejemos eso y continuemos.
Lo que me gustó de la primera parte es que, partiendo de nociones astronómicas, el autor desmonta la historia de Jesús como mesías, hijo de Dios o como se le quiera llamar, para mostrarlo como una representación del mito solar, presente en todos los pueblos desde los albores de la civilización.
Claro, la cosa no es tan objetiva pues esas nociones astronómicas (como el movimiento de precesión de los equinoccios) están interpretadas desde la astrología, es decir, se les da un valor o significado subjetivo. Y por ahí es donde se cuelan los detractores de la astrología a decir que es una superstición, pues ellos leen su horóscopo todos los días en el periódico y "nunca le atinan".
Pero en la película no se avientan el tiro de hacer horóscopos, sino de interpretar leyendas a través del pensamiento dominante en la época en que fueron creadas. Y es innegable que la astrología, vista como fenómeno puramente cultural, encarna lo que entonces era el sentido común.
De ese modo, es perfectamente lógico que si Jesús aparece al principio de la era de Piscis, el pez sea un símbolo utilizado por los cristianos. Así como el carnero lo fue en la era inaugurada por Moisés y, antes, el toro.
No obstante, parece que la intención del documental es negar la validez de las enseñanzas cristianas señalando sus raíces paganas. Nada más absurdo. Ya puestos a aceptar la idea de los grandes maestros de la humanidad, que se presentan cada tanto a recordarles a los desorientados hombres el camino de la salvación y a establecer preceptos generales (el monoteísmo de Moisés, el amor y el perdón de Jesús), poco importa el origen de la doctrina.
Aun más, si todas las enseñanzas religiosas comparten un origen común si cada religión no es más que la expresión particular del mismo fenómeno en un tiempo específico, de ello se desprendería una conclusión aun más valiosa: las religiones son obra de los hombres. Si contienen enseñanzas valiosas, éstas son producto del hombre. Si hay amor, si hay perdón, si hay compasión, es porque el hombre es capaz de tales sentimientos. No vienen de una entidad abstracta y con toda seguridad inexistente que nos rige desde lo alto. Si hay nobleza, si hay magnanimidad, si hay solidaridad en la doctrina religiosa es porque la hay en el hombre. Quitemos a dios de la ecuación y veremos que el hombre es capaz de cosas excelsas. Y ya sin la ceguera que significa el teísmo podremos ponerlas en práctica.
10 febrero, 2008
Voluntad de cambio en EUA
Los resultados de las recientes elecciones primarias han aclarado en gran medida el abigarrado panorama electoral en Estados Unidos. De la docena de candidatos que había a principios de año en ambos partidos, ahora quedan prácticamente tres con posibilidades de ser ungidos para aparecer en las boletas de noviembre. En efecto, aunque Mike Huckabee sigue en la contienda, su rival republicano John McCain lo rebasa por tan amplio margen (701 delegados contra 215) que sería muy improbable que alcanzara los 1,191 delegados que necesita para obtener la nominación de su partido.
Por el lado demócrata, si bien Hillary Clinton supera a Barack Obama (1,106 delegados contra 1,034), técnicamente se trata de un empate, pues el partido demócrata requiere 2,025 delegados para nombrar a su candidato presidencial. Es decir, de aquí a principios de junio, cuando terminen las elecciones primarias, puede suceder cualquier cosa.
Hasta ahora, sólo una cosa es segura: el pueblo estadounidense quiere el cambio. Esto es más evidente del lado demócrata, en el que, por primera vez en la historia del país, los ciudadanos podrán elegir o a un negro o a una mujer como presidente. E incluso entre los republicanos, el hecho de que sea McCain el aspirante puntero revela que la gente ya está harta del conservadurismo religioso que ha dominado al país desde hace años. En efecto, dentro de todo, McCain es un conservador moderado, muy alejado de un fanático como el pastor bautista Mike Huckabee, y que ha tenido el "honor" de ser atacado por los grandes representantes de la derecha extrema, como el presentador de radio Rush Limbaugh y el dirigente evangélico James C. Dobson, quienes han amenazado con retirar su apoyo al partido en caso de que McCain sea el candidato presidencial.
Esta voluntad de cambio se revela en un detalle que no puede pasar desapercibido: ninguno de los aspirantes republicanos ha querido reclamar para sí el legado de George W. Bush. Todo lo contrario; si el impopular mandatario saliente sirve de alguna referencia, es sólo para tomar sus distancias. Nadie quiere ser visto en su compañía ni, mucho menos, ser asociado con su desastrosa obra.
Así, ya sea negro, mujer o conservador moderado, el próximo presidente de los Estados Unidos significará una ruptura con el actual. Y esto ciertamente es reconfortante.
Por el lado demócrata, si bien Hillary Clinton supera a Barack Obama (1,106 delegados contra 1,034), técnicamente se trata de un empate, pues el partido demócrata requiere 2,025 delegados para nombrar a su candidato presidencial. Es decir, de aquí a principios de junio, cuando terminen las elecciones primarias, puede suceder cualquier cosa.
Hasta ahora, sólo una cosa es segura: el pueblo estadounidense quiere el cambio. Esto es más evidente del lado demócrata, en el que, por primera vez en la historia del país, los ciudadanos podrán elegir o a un negro o a una mujer como presidente. E incluso entre los republicanos, el hecho de que sea McCain el aspirante puntero revela que la gente ya está harta del conservadurismo religioso que ha dominado al país desde hace años. En efecto, dentro de todo, McCain es un conservador moderado, muy alejado de un fanático como el pastor bautista Mike Huckabee, y que ha tenido el "honor" de ser atacado por los grandes representantes de la derecha extrema, como el presentador de radio Rush Limbaugh y el dirigente evangélico James C. Dobson, quienes han amenazado con retirar su apoyo al partido en caso de que McCain sea el candidato presidencial.
Esta voluntad de cambio se revela en un detalle que no puede pasar desapercibido: ninguno de los aspirantes republicanos ha querido reclamar para sí el legado de George W. Bush. Todo lo contrario; si el impopular mandatario saliente sirve de alguna referencia, es sólo para tomar sus distancias. Nadie quiere ser visto en su compañía ni, mucho menos, ser asociado con su desastrosa obra.
Así, ya sea negro, mujer o conservador moderado, el próximo presidente de los Estados Unidos significará una ruptura con el actual. Y esto ciertamente es reconfortante.
09 febrero, 2008
Rumbo a los Óscares
Es probable que este fin de semana la huelga del Gremio de Escritores de Estados Unidos llegue a su fin, con lo que los cinéfilos podrán respirar aliviados: la ceremonia de entrega de los premios Óscar sí se llevará a cabo el 24 de febrero, tal como estaba programada.
Lo que procede entonces es hacer las predicciones de los ganadores. Mi condición de cinéfilo de sofá ha hecho que, de las cinco películas contendientes, la única que he visto sea "Juno", por lo que desde ahora la declaro mi favorita para que se lleve la estatuilla.
Protagonizada por Ellen Page, quien ya me había maravillado en "Hard Candy", "Juno" relata una historia sencilla: la de una adolescente embarazada y la forma en que hace frente a su situación. No obstante, la adolescente del título no es nada sencilla y con una determinación que no resultaría creíble en otro contexto y quizá tampoco en otra actriz, lleva a cabo sus planes, a pesar de los imprevistos de última hora.
Como a los monitos de las distribuidoras de películas en México, el título no les decía nada, y pensando que los espectadores somos tan estúpidos como ellos, nos hicieron el favor de estrenarla con un título explicativo: "Juno, crecer, correr y tropezar". Claro, si realmente fuéramos tan idiotas como nos imaginan, con ese nombre pensaríamos que se trata de una película de atletismo.
Algo similar ocurrió con otra de las candidatas al Óscar, "Atonement", que significa sencillamente "expiación". ¿Quedó claro? Al parecer no tanto para los distribuidores, que nos hacen el favor de decirnos de qué se trata ya desde el título con el que la están exhibiendo en México: "Expiación, deseo y pecado". La combinación de "deseo" y "pecado" nos invita, según los genios de la traducción de títulos, a ver escenas de sexo y desnudos, único gancho que nos lleva al cine, ¿verdad?
La traducción del título de la tercera película debería dar lugar a protestas por parte de nuestro respetado sector de la tercera edad. El título original es "No Country for Old Men", cosa que a nuestros inspirados distribuidores les pareció correcto traducir como "Sin lugar para los débiles". ¿Los viejos son débiles? ¡El Instituto Nacional de la Decrepitud debería convocar a boicotearla!
La otra película, "There Will Be Blood", no aparece en la cartelera, al menos no con un título identificable. Reconfortémonos: en España la estrenaron bajo el nombre de "Pozos de ambición", ya que efectivamente trata de buscadores de petróleo. Si la hubieran traducido literalmente como "Habrá sangre" o "Correrá la sangre", de seguro los espectadores jamás se habrían asomado al cine, pensando que se trata de una película más de Freddy Kruger.
Por último, la quinta candidata se llama simplemente "Michael Clayton", nombre propio que no habría que traducir. Pero también "Juno" es nombre propio y ya ven lo que le hicieron. Así que bien podríamos verla anunciada en Mexiquito como "Michael Clayton, ambición y pecado", para que sepamos que estamos ante un drama. Claro, si fuera comedia, el título sería "¿Y dónde está el abogado?"
Los que saben aseguran que la ganadora será "No Country for Old Men", de los hermanos Coen. Es probable: la única vez que se han llevado una estatuilla a casa fue en 1997, por el guión original de "Fargo", así que ésta sería buena ocasión para que la Academia se sacara la espina.
Lo que procede entonces es hacer las predicciones de los ganadores. Mi condición de cinéfilo de sofá ha hecho que, de las cinco películas contendientes, la única que he visto sea "Juno", por lo que desde ahora la declaro mi favorita para que se lleve la estatuilla.
Protagonizada por Ellen Page, quien ya me había maravillado en "Hard Candy", "Juno" relata una historia sencilla: la de una adolescente embarazada y la forma en que hace frente a su situación. No obstante, la adolescente del título no es nada sencilla y con una determinación que no resultaría creíble en otro contexto y quizá tampoco en otra actriz, lleva a cabo sus planes, a pesar de los imprevistos de última hora.
Como a los monitos de las distribuidoras de películas en México, el título no les decía nada, y pensando que los espectadores somos tan estúpidos como ellos, nos hicieron el favor de estrenarla con un título explicativo: "Juno, crecer, correr y tropezar". Claro, si realmente fuéramos tan idiotas como nos imaginan, con ese nombre pensaríamos que se trata de una película de atletismo.
Algo similar ocurrió con otra de las candidatas al Óscar, "Atonement", que significa sencillamente "expiación". ¿Quedó claro? Al parecer no tanto para los distribuidores, que nos hacen el favor de decirnos de qué se trata ya desde el título con el que la están exhibiendo en México: "Expiación, deseo y pecado". La combinación de "deseo" y "pecado" nos invita, según los genios de la traducción de títulos, a ver escenas de sexo y desnudos, único gancho que nos lleva al cine, ¿verdad?
La traducción del título de la tercera película debería dar lugar a protestas por parte de nuestro respetado sector de la tercera edad. El título original es "No Country for Old Men", cosa que a nuestros inspirados distribuidores les pareció correcto traducir como "Sin lugar para los débiles". ¿Los viejos son débiles? ¡El Instituto Nacional de la Decrepitud debería convocar a boicotearla!
La otra película, "There Will Be Blood", no aparece en la cartelera, al menos no con un título identificable. Reconfortémonos: en España la estrenaron bajo el nombre de "Pozos de ambición", ya que efectivamente trata de buscadores de petróleo. Si la hubieran traducido literalmente como "Habrá sangre" o "Correrá la sangre", de seguro los espectadores jamás se habrían asomado al cine, pensando que se trata de una película más de Freddy Kruger.
Por último, la quinta candidata se llama simplemente "Michael Clayton", nombre propio que no habría que traducir. Pero también "Juno" es nombre propio y ya ven lo que le hicieron. Así que bien podríamos verla anunciada en Mexiquito como "Michael Clayton, ambición y pecado", para que sepamos que estamos ante un drama. Claro, si fuera comedia, el título sería "¿Y dónde está el abogado?"
Los que saben aseguran que la ganadora será "No Country for Old Men", de los hermanos Coen. Es probable: la única vez que se han llevado una estatuilla a casa fue en 1997, por el guión original de "Fargo", así que ésta sería buena ocasión para que la Academia se sacara la espina.
04 febrero, 2008
De la huelga en televisión y otros desvaríos
Hace algunas semanas, mi condición de semi-empleado hizo que se me ocurriera la idea de esquirolear la huelga de los guionistas gringos. En efecto, si ellos pueden darse el lujo de rechazar miles de dólares por un puñado de cuartillas, yo bien podría ofrecerme a recoger algunas de las migajas caídas de la mesa de tan generoso banquete. Sin embargo, como suele sucederme en muchos casos, mi reacción fue lenta y, aunque la huelga todavía está en pie, después de varios meses, ahora soy yo el que no tiene tiempo para dedicarse a afanes creativos.
Lástima, porque al cabo de freírme el cerebro viendo tanta serie gringa en la televisión, ya le había agarrado la onda a varias de ellas y hubiera podido proponer un guión más o menos decoroso.
Por ejemplo, para Dr. House, mi idea iba más o menos así:
Llega un paciente al hospital aquejado de un catarro. House, por supuesto, no le cree y ordena una biopsia. Los varios aspirantes-achichincles se disputan el honor de practicarla y gana el que consigue un kotex usado de Cuddy. Los resultados del examen prueban que el paciente tiene cáncer terminal y que le quedan 72 horas de vida. Foreman refuta los resultados, Cameron los confirma, Chase no sabe qué hacer y Wilson le aconseja a House que invite a cenar a Cuddy pues la junta directiva del hospital está planeando despedirlo, pese a su elevado rating. El paciente sufre una crisis anafiláctica, con lo que descartan el cáncer y diagnostican una reacción alérgica. Cinco minutos antes de que termine el programa, House se da cuenta de que todos los problemas del paciente fueron causados por un hueso de pollo atravesado en la garganta y se lo extrae dándole un coscorrón en la cabeza.
Pues la idea ahí está, por si alguien lector con más tiempo y talento que su servilleta quiere desarrollarla. Por mi parte, estoy pensando seriamente en la posibilidad de declararme en huelga de televisión, en solidaridad con el coleguerío gringo. Mi plan es dejar de ver televisión durante tres meses, a ver si con eso basta para recuperar las neuronas perdidas y hacer algo más productivo con mi tiempo. Y, ¿por qué no?, quizá llegue a pergeñar notas más decentitas para este sufrido bloc.
Lástima, porque al cabo de freírme el cerebro viendo tanta serie gringa en la televisión, ya le había agarrado la onda a varias de ellas y hubiera podido proponer un guión más o menos decoroso.
Por ejemplo, para Dr. House, mi idea iba más o menos así:
Llega un paciente al hospital aquejado de un catarro. House, por supuesto, no le cree y ordena una biopsia. Los varios aspirantes-achichincles se disputan el honor de practicarla y gana el que consigue un kotex usado de Cuddy. Los resultados del examen prueban que el paciente tiene cáncer terminal y que le quedan 72 horas de vida. Foreman refuta los resultados, Cameron los confirma, Chase no sabe qué hacer y Wilson le aconseja a House que invite a cenar a Cuddy pues la junta directiva del hospital está planeando despedirlo, pese a su elevado rating. El paciente sufre una crisis anafiláctica, con lo que descartan el cáncer y diagnostican una reacción alérgica. Cinco minutos antes de que termine el programa, House se da cuenta de que todos los problemas del paciente fueron causados por un hueso de pollo atravesado en la garganta y se lo extrae dándole un coscorrón en la cabeza.
Pues la idea ahí está, por si alguien lector con más tiempo y talento que su servilleta quiere desarrollarla. Por mi parte, estoy pensando seriamente en la posibilidad de declararme en huelga de televisión, en solidaridad con el coleguerío gringo. Mi plan es dejar de ver televisión durante tres meses, a ver si con eso basta para recuperar las neuronas perdidas y hacer algo más productivo con mi tiempo. Y, ¿por qué no?, quizá llegue a pergeñar notas más decentitas para este sufrido bloc.
31 enero, 2008
La Sirenita en el espacio cósmico
El borrego que recorre ahora toda la blogosfera, después de haber circulado por otros medios y desembarcado nada más ni nada menos que de Marte, es la existencia de hombres en ese planeta. El origen de esta idea es una foto enviada desde noviembre del 2007 por el robot Spirit, que anda
como mi primo Ramiro en sus excursiones turísticas: tomando fotos por todas partes, con la idea de enterarse posteriormente por dónde anduvo.
Quizá eso explique que la imagen de lo que dicen que parece un hombre bajando una colina en Marte haya suscitado revuelo hasta hace poco. Seguramente entre miles de fotos idénticas de polvo y rocas, el laboratorio encargado de revelarlas traspapeló ésta, que ya le dio la vuelta al mundo despertando la imaginación de charlatanes y escépticos por igual.
¿Puede tratarse simplemente de una formación rocosa? Eso es lo que recomienda el sentido común y todos los conocimientos de que disponemos a la fecha. Insistir en que se trata de un ser animado es simplemente absurdo. En todo caso, ya que vamos a echar a volar la imaginación, diríamos que se trata de una estatua, pues aunque se trata de una foto fija, no tiene ninguna indicación de movimiento.
Una estatua, un monumento... en efecto, señoras y señores, más que ante un conjunto de piedras o un marciano que regresa a su casa después del trabajo al caer la tarde, estamos ante el monumento del espacio exterior a la Sirenita, el personaje del cuento de Andersen, réplica más o menos lograda del que se encuentra en Copenague.
como mi primo Ramiro en sus excursiones turísticas: tomando fotos por todas partes, con la idea de enterarse posteriormente por dónde anduvo.
Quizá eso explique que la imagen de lo que dicen que parece un hombre bajando una colina en Marte haya suscitado revuelo hasta hace poco. Seguramente entre miles de fotos idénticas de polvo y rocas, el laboratorio encargado de revelarlas traspapeló ésta, que ya le dio la vuelta al mundo despertando la imaginación de charlatanes y escépticos por igual.
¿Puede tratarse simplemente de una formación rocosa? Eso es lo que recomienda el sentido común y todos los conocimientos de que disponemos a la fecha. Insistir en que se trata de un ser animado es simplemente absurdo. En todo caso, ya que vamos a echar a volar la imaginación, diríamos que se trata de una estatua, pues aunque se trata de una foto fija, no tiene ninguna indicación de movimiento.
Una estatua, un monumento... en efecto, señoras y señores, más que ante un conjunto de piedras o un marciano que regresa a su casa después del trabajo al caer la tarde, estamos ante el monumento del espacio exterior a la Sirenita, el personaje del cuento de Andersen, réplica más o menos lograda del que se encuentra en Copenague.
04 enero, 2008
What the Fuckabee?
Era de esperarse que la crispación nacionalista-religiosa que ha vivido Estados Unidos desde que Jorgito Dobleú instrumentalizara los atentados del 2001 para imponer su agenda tuviera una de dos posibles reacciones ante el tan anhelado relevo en la Casa Blanca. O bien el electorado, harto de la retórica mesiánica de Bushito se inclinaría por una opción más laica y realista, o bien, ansiosos por incorporarse a la oleada redentora, los electores trataría de ir más allá.
Los resultados de los primeros caucus, celebrados este jueves en Iowa, parecen confirmar la segunda hipótesis. Los resultados en el campo republicano son escalofriantes: el pastor bautista Mike Huckabee quedó en primer lugar por amplio margen: 34%, mientras que el segundo lugar, Mitt Romney, obtuvo el 25%.
¿Quiere decir esto que, después de tener a un cristiano renacido, ahora los gringos quieren a un pastor en la Casa Blanca? No necesariamente. Los caucus vienen siendo asambleas distritales y sus resultados rara vez se reflejan en los de las elecciones de noviembre. Reagan, Bush Sr. y Clinton, por ejemplo, no ganaron en Iowa. Pero como banderazo de partida del proceso electoral estadunidense, no deja de ser significativo que sea el abanderado de la derecha religiosa el que haya tomado la delantera del bando republicano.
En el campo demócrata, la sorpresa la dio Hillary Clinton al quedar en tercer lugar, después de John Edwards que fuera compañero de fórmula de John F. Kerry en el 2004 y de Barack Obama, senador por Illinois que obtuvo el 38%. Aunque Hillary cayó al tercer puesto sólo por un punto de diferencia (que representa siete delegados), como favorita en los sondeos seguramente esperaba consolidar su posición en esta primera prueba.
El proceso electoral de Estados Unidos es bastante complicado y en cualquiera de sus vericuetos pueden aparecer sorpresas. Las verdaderas elecciones internas, llamadas primarias, cuyos resultados son más decisivos en la selección del candidato de cada partido, se inician este martes en Nueva Hampshire, después del caucus de este sábado en Wyoming. Después vendrán Carolina del Sur, Nevada y Florida, en anticipación del “supermartes”, el 5 de febrero, en el que se celebrarán primarias en 24 estados. Será hasta entonces cuando se podrá hablar de una tendencia determinante.
Si algo puede desprenderse de este primer paso es que el dinero recabado por los aspirantes para sus campañas no influyó en el resultado. Si bien Obama ha gastado más de 44 millones de dólares en su campaña, Edwards apenas lleva cerca de 18 desembolsados, mientras que Hillary, tras gastar más de 40 millones, apenas pudo asegurarse el tercer puesto. Y por el lado republicano la tendencia es aun más clara: Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York, gastó más de 30 millones para quedar en sexto lugar entre los aspirantes, con un humillante 2% de los votos en Iowa. Romney ha gastado más de 53 millones de dólares y apenas quedó en segundo lugar (no tengo las cifras de Huckabee, ustedes disculparán).
En fin, las cosas apenas comienzan y terminarán hasta dentro de once meses. De todos modos, de una vez expreso mi deseo de que Dios nos agarre confesados si decide llevar a uno de sus gerentes a la Casa Blanca.
Los resultados de los primeros caucus, celebrados este jueves en Iowa, parecen confirmar la segunda hipótesis. Los resultados en el campo republicano son escalofriantes: el pastor bautista Mike Huckabee quedó en primer lugar por amplio margen: 34%, mientras que el segundo lugar, Mitt Romney, obtuvo el 25%.
¿Quiere decir esto que, después de tener a un cristiano renacido, ahora los gringos quieren a un pastor en la Casa Blanca? No necesariamente. Los caucus vienen siendo asambleas distritales y sus resultados rara vez se reflejan en los de las elecciones de noviembre. Reagan, Bush Sr. y Clinton, por ejemplo, no ganaron en Iowa. Pero como banderazo de partida del proceso electoral estadunidense, no deja de ser significativo que sea el abanderado de la derecha religiosa el que haya tomado la delantera del bando republicano.
En el campo demócrata, la sorpresa la dio Hillary Clinton al quedar en tercer lugar, después de John Edwards que fuera compañero de fórmula de John F. Kerry en el 2004 y de Barack Obama, senador por Illinois que obtuvo el 38%. Aunque Hillary cayó al tercer puesto sólo por un punto de diferencia (que representa siete delegados), como favorita en los sondeos seguramente esperaba consolidar su posición en esta primera prueba.
El proceso electoral de Estados Unidos es bastante complicado y en cualquiera de sus vericuetos pueden aparecer sorpresas. Las verdaderas elecciones internas, llamadas primarias, cuyos resultados son más decisivos en la selección del candidato de cada partido, se inician este martes en Nueva Hampshire, después del caucus de este sábado en Wyoming. Después vendrán Carolina del Sur, Nevada y Florida, en anticipación del “supermartes”, el 5 de febrero, en el que se celebrarán primarias en 24 estados. Será hasta entonces cuando se podrá hablar de una tendencia determinante.
Si algo puede desprenderse de este primer paso es que el dinero recabado por los aspirantes para sus campañas no influyó en el resultado. Si bien Obama ha gastado más de 44 millones de dólares en su campaña, Edwards apenas lleva cerca de 18 desembolsados, mientras que Hillary, tras gastar más de 40 millones, apenas pudo asegurarse el tercer puesto. Y por el lado republicano la tendencia es aun más clara: Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York, gastó más de 30 millones para quedar en sexto lugar entre los aspirantes, con un humillante 2% de los votos en Iowa. Romney ha gastado más de 53 millones de dólares y apenas quedó en segundo lugar (no tengo las cifras de Huckabee, ustedes disculparán).
En fin, las cosas apenas comienzan y terminarán hasta dentro de once meses. De todos modos, de una vez expreso mi deseo de que Dios nos agarre confesados si decide llevar a uno de sus gerentes a la Casa Blanca.
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